Íñigo Errejón interviene en el Congreso de los Diputados.
Íñigo Errejón interviene en el Congreso de los Diputados.

Irene Villa, al ser preguntada en las conferencias que imparte sobre el traumático atentado perpetrado por ETA que estuvo a punto de segar su vida y la de su madre cuando la primera tenía doce años, siempre señala sin perder la sonrisa que tan solo hay que mirar al pasado para aprender y dar las gracias. Resiliencia, lo llaman. Hay que tener un fuerte sentido de la misericordia y voluntad para vivir con ese optimismo los hechos traumáticos.

Actitud que bien podrían aprender algunos presuntos progresistas que lo único que manifiestan es su existencia perpetua en el pasado. Hablo por todos aquellos que se sienten maltratados y perseguidos por un dictador que lleva más de cuarenta años muerto o por estos que magullan estatuas en los EE. UU. u otras naciones presuntamente porque los protagonistas de las efigies forman parte de la memoria oscura de las patrias. Cristóbal Colón, Baden Powell, Winston Churchill… Un largo etc. de personajes ilustres que han sido señalados por la plebe llevada por la cólera. Furia que justifica el vandalismo al estar legitimado por movimientos aparentemente justos y democráticos. El mundo en medio de una pandemia, -los hay que se creen que esto ya ha pasado-, e individuos salen a las calles a reescribir no la historia, si no, su historia. Memoria que ni siquiera conocen que pretenden imponer a todo el mundo. Toda versión de los acontecimientos es invalida, la única que es legitima es la que es predicada por ellos y sus autores de referencia desconocedores de la objetividad. Son rehenes del rencor, víctimas de la ignorancia y defensores de una causa que ya no tiene sentido respaldar. Me compadezco de ellos.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Lo hago porque en España sabemos bien lo que es tener a parte de la población, -el sector izquierdista más fanatizado y que vive de cazar leyendas estigmatizadas-, reeditando la memoria histórica a su antoja sin miramiento alguno por tergiversar la realidad. No hay semana en la que algún dirigente o las redes sociales conmemoren a un mito histórico o se recuerde a Franco. Me genera tristeza ver que no hay fecha en la que el caudillo sea trending topic en Twitter… Ni desenterrándole nos dejan tranquilos. Creo que en la parte más profunda del subconsciente de la izquierda imaginan la posibilidad de viajar en el tiempo e impedir que los padres del dictador conciban su figura. Es alocado, pero no exagerado teniendo en cuenta la obsesión de algunos con el pasado oscuro de la historia de España.

La pasada semana, aprovechando que se debatía en el Congreso la proposición no de ley para retirar todas las condecoraciones al policía conocido como ‘Billy el niño’, Iñigo Errejón subió a la tribuna para recordar el nombre de su padre, víctima de las torturas del Policía de la Brigada Político-Militar, y de manera acalorada volvió a abrir las heridas que parecían cerradas pero que en realidad nunca han llegado a cicatrizar como consecuencia de la nostalgia del dolor.

Días después de aquel discurso, el líder de Más Madrid acudió a las mañanas de la SER acompañado de su progenitor, José Antonio Errejón para que este relatara como fueron esos tratos vejatorios. Cuando todavía no habían ni trascurrido los dos minutos de entrevista Errejón senior empezó a llorar y no pudo articular palabra. Relataba que cuando tenia 23 años y estaba enrolado en las filas de una formación de extrema izquierda la policía fue a buscarle a su casa con alevosía para, después de registrar el domicilio, llevarle al cuartel.

Una historia conmovedora, pero siguen sin cuadrarme cosas, creo que en su relato falta información por notificar, datos como los que nos aclararían qué tipo de comportamientos practicaba con sus colegas comunistas. Eso nunca lo van a rememorar porque las memorias perderían pomposidad y benevolencia. En su computadora de los recuerdos desechan mandando a la papelera todo resquicio de las alusiones que constaten los claroscuros de la historia, crónicas evocadoras de que ni los otros eran paradigma de lo demoníaco ni que ellos representaban el oasis pacifista.

Aún lloran por algo que no han conocido ni sus hijos, -cónyuges que defienden fábulas que no han percibido en primera persona-, mientras personajes como Irene Villa han sabido perdonar y mirar para delante. Quizá por eso una es constructiva para la ciudadanía y los otros, en cambio, de forma parasitaria siguen dando vueltas a lo mismo independientemente de la situación que nos asole. Muriendo gente por el covid-19,-llamaré a Iker Jiménez a ver si me consigue explicar el misterio de los fallecidos que existen para las autonomías pero no para el Gobierno central-, personas que no tienen donde caerse muertas como consecuencia de la crisis sanitaria-social, -el índice de pobreza extrema ha aumentado hasta un 5,4%-, y a unos cuantos mentecatos les importa más privar de distinciones a un cadáver que es indiferente para los ciudadanos que no tienen como pagar la luz, como dar de comer a su familia o progresar en una vida que les tiene inmersos en el circulo vicioso de la miseria. Luego van de progresistas cuando permanecen en el pasado como si hacer una justicia aparente con las victimas de la dictadura fuera a solventar los problemas del mañana.

Algunos estamos cansados de tanta retrospección sesgada que para lo único que sirve es para abrir heridas que nunca debieron abrirse. Sacaron el cuerpo de Franco del Valle de los Caídos, pero todavía continúan pidiendo revancha de una guerra que anhelan ganar casi un siglo después. ¿Cuándo vamos a dejar de mirar para atrás y progresar juntos? Un miedo en mi interior vislumbra una España habitada por nuestros hijos en la que todavía se siga hablando de Franco y de ‘Billy el niño’ en el 2080 sin que atajen las disyuntivas que de verdad preocupan a los españoles. Va siendo hora no de olvidar el pasado, sino de recordarlo perdonando y agradeciendo que la época más controvertida de nuestra existencia es historia.

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