Parecía que por fin había terminado la cansina costumbre de hacer en España películas guerracivilistas que comenzó a finales de los setenta y que duró demasiado tiempo. Pero ahora, gracias a la sectaria política de la mal llamada “memoria histórica”, la Guerra ha vuelto a la gran pantalla, pero ciertamente con nuevos planteamientos, mucho más interesantes que los de antaño. Esto se debe probablemente a un relevo generacional, a nuevos directores para que los que la guerra y la postguerra no es ya ni siquiera un recuerdo.
Este mes han coincidido en cartelera tres películas que merecen nuestra atención. La primera es, obviamente, Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar. Este director se ha caracterizado por hacer un cine –excepto Tesis– militantemente antirreligioso, y cabía esperar de él un film muy ideológico que culpara de todos los males de la guerra a la fe católica de la mayoría de un bando. Pero, sorprendentemente, no ha sido así.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEsta cinta, centrada en el posicionamiento político de Miguel de Unamuno durante los primeros meses de la guerra, ofrece una visión mucho más ponderada de la guerra, donde a la represión del bando nacional, se contraponen los asesinatos de sacerdotes y quemas de conventos, donde al fascismo se contrapone el estalinismo.
Los personajes de Franco y sus generales, generalmente caricaturizados en el cine previo, aquí están tratados con mucha mayor seriedad y con diversos matices. En realidad, la película es más un canto a la paz y al entendimiento, y un rechazo a la guerra en su totalidad, que un alegato a favor de uno de los bandos.
En la misma línea de superación del guerracivilismo que subyace a la ley de la memoria histórica, es La trinchera infinita, de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga. Un concejal del Frente Popular, permanece escondido en el sótano de su casa desde el comienzo de la guerra hasta 1969, cuando Franco indulta los delitos de guerra.
En la película también se habla de las barbaridades de ambos bandos, pero sobre todo el personaje del hijo, el final del film y su último plano, son una invitación a superar el rencor de las viejas heridas y mirar hacia un futuro de esperanza.
Por último, Intemperie, de Benito Zambrano, nos lleva a los primeros años de la posguerra en la Andalucía profunda, donde el capataz de un cortijo, exlegionario, maltrata y abusa de los campesinos, que malviven en cuevas. La película, extremada y maniquea, ofrece sin embargo un final con una dedicatoria elocuente: “Dedicada a todos aquellos que han sido capaces de perdonar”. De hecho, el “bueno” de la película, fue también legionario y ahora es un hombre capaz de dar la vida por los más necesitados.
En fin, ha vuelto la Guerra Civil al cine, pero ahora sí que podemos decir que el cine ha empezado a tomar perspectiva y a superar el malhadado guerracivilismo que algunos quieren despertar por interés personal.