Richard Dawkins.
Richard Dawkins.

Otro capítulo de la serie interminable La Revolución Devora a Sus Hijos. Richard Dawkins, de profesión, sus ateísmos, autor del libro El Espejismo de Dios, ha acabado siendo castigado por blasfemo. Pero no, como quizá hubiera previsto y deseado, por parte de los creyentes.

La Asociación Humanista Americana ha decidido retirarle el premio Humanista del Año que le entregara en 1996, asegurando que “ya no es digno de ser honrado por la AHA”. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha convertido? ¿Ha defendido algo distinto de lo que lleva defendiendo desde que está bajo los focos de la opinión pública? No, su pecado ha sido el mismo que el de, digamos, Lidia Falcón: ser progresista en los noventa y, sin cambiar una coma en sus ideas, convertirse en un retrógrado en nuestros días, simplemente porque para seguir disfrutando de los favores de la progresía hay que cambiar continuamente.

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Bajando a lo concreto, su terrible crimen ha consistido en un humilde tuit, un tuit en el que pregunta cuál es la diferencia entre la gente ‘transracial’ como la activista Rachel Dolezal (la mujer que pasó por negra y líder de organizaciones negras sin una gota de sangre africana) y los individuos transgénero.

“En 2015, Rachel Dolezal, presidente blanca de un capítulos de la NAACP, fue denostada por identificarse como Negra. Algunos hombres eligen identificarse como mujeres, y algunas mujeres eligen identificarse como hombres. Pero quien será denostado serás tú si niegas que son literalmente aquello con lo que se identifican. Abro debate”.

No es exactamente una proclamación incendiaria; incluso ha aceptado la modernísima concepción de escribir Negro en mayúsculas. Aclara en un segundo tuit:

“No pretendo menospreciar a las personas trans. Veo que mi referencia académica al debate ha sido mal interpretada como tal y lo deploro. Tampoco es mi intención asociarme en modo alguno con los fanáticos republicanos en Estados Unidos que están explotando esta cuestión”.

¡Ay, Dick, tan mayor y tan listo, y qué poco conoces a los tuyos! No caben matices, mucho menos ese ataque al ‘Gran Enemigo’ para congraciarte con tus habituales seguidores. Las disculpas son sangre en una piscina de tiburones, la señal para lanzarse al ataque, directos a la yugular.

¿Debate? ¡Por favor! En serio, me producen ternura esos viejos progresistas que aún creen que su bando es el de la discusión de las ideas, la duda, el matiz, la sofisticación intelectual, la libre búsqueda de la verdad, la experimentación y la exploración. Produce el efecto de llevar una de esas pelucas empolvadas de les philosophes del Siglo de las Luces.

Es la línea del partido, y no tiene nada que ver con ‘verdad’ alguna. Si piensas, pierdes. Si cualificas tu adhesión, no eres mejor que Trump. Dawkins pide debate, ni siquiera está negando. Pero hoy se podría reproducir la vieja estampa y mostrar a un padre progresista mostrando a su hijo el horizonte y diciéndole: “Todo lo que ves, algún día será fascismo”.

La mezquindad del castigo también es significativa. Porque parte del progresismo consiste en leer hacia atrás. En 1996, Dawkins se hizo merecedor de ese premio al progresismo porque lo que pensaba era progresista. Y hoy ya no lo es. Pero ninguno de los que estaban en el AHA entonces, o muy pocos, hubieran pensado entonces otra cosa; pocos o ninguno hubieran supuesto que lo avanzado era considerar que un hombre se convierte mágicamente en mujer, a todos los efectos en absoluto, sencillamente declarándolo. Eso es, después de todo, más irracional y mágico que cualquiera de las supercherías que alguna vez haya podido achacar Dawkins a la religión.

Es decir, no es negarte algo, es decir que lo que eras hace dos décadas ya no vale. Un tipo especial de mezquindad histérica. Y, por supuesto, muy selectiva. El mismo premio lo ganó al año siguiente, 1997, Alice Walker, que hoy participa en un grupo de conspiranoicos que culpan a los judíos de dominar no solo la política, sino hasta nuestras mentes. Y a nadie se le ha ocurrido quitárselo. ¿Es que la AHA cree en el oculto supremacismo judío? No, naturalmente: es que ese no es el asunto del día. Hoy el ‘test de pureza’ es el transexual, como han descubierto para su mal muchas feministas clásicas, en nuestro país tanto como fuera de él. Y no pasarlo es la señal para expulsaste al campo fascista, que aumenta cada día y se llena de la gente más inverosímil.

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