Según informa el diario italiano Il Messagero este martes, el Papa Francisco habría explicado al primer ministro de Líbano, Saad Hariri, que rechazaba a Johnny Ibrahim como candidato a embajador ante la Santa Sede debido a sus vínculos con la masonería.
Lo normal en las relaciones diplomáticas entre países es presentar a los candidatos a ser embajadores con antelación, para obtener la aprobación del país ‘receptor’.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPara superar este trámite, los servicios exteriores de las naciones procuran ofrecer candidatos que no choquen con los valores, requisitos o costumbres más características de sus aliados.
En el caso de la Santa Sede, cabría entender que candidatos que desarrollen prácticas homosexuales, sean furibundamente laicistas, tengan un largo historial de divorcios, o hayan sido explícitos en su apoyo al aborto, no son los más idóneos.
El primer ministro Hariri ha reconocido los vínculos de Johnny Ibrahim con la masonería, aunque no su pertenencia
Tampoco en el caso de aquellos que mantienen o han mantenido vínculos -o, por descontado, pertenencia- a la masonería.
Según el rotativo italiano, Johnny Ibrahim, actual cónsul general del Líbano en Los Ángeles (EE.UU.), se daba desde hace meses su nombramiento como cosa segura. De hecho, el pasado mes de julio habría «festejado y compartido la noticia de su elección con diversos prelados americanos».
El primer ministro Hariri, según estas informaciones, habría quedado un tanto contrariado al conocer de labios del propio Obispo de Roma el veto, al tiempo que asegura que la solución alternativa estará lista en un breve plazo de tiempo.
Il Messagiero también refiere que el diario L’Orient de Jour, editado en el Líbano, Hariri ha usado palabras tranquilizadoras respecto al reemplazo de Johnny Ibrahim, al tiempo que reconocía que es cierto que tiene vínculos con la masonería francesa, aunque puntualiza que sin formar parte de ella.
Lo cierto es que la Iglesia ha condenado siempre a la masonería, a pesar de que determinados personajes de logias presuman de ser católicos y digan que no hay incompatibilidad entre el cristianismo y la vieja orden de Salomón.
Pero la Jerarquía ha sido muy explícita con la masonería desde que ésta cobró poder e influencia en el siglo XVIII. Desde 1738 a 1980 hay al menos 371 documentos de la Iglesia sobre la masonería.
El Papa Clemente XII ya condenaba la masonería en la bula papal In eminenti. Y León XIII la calificaba como un “enemigo astuto y calculador” en su encíclica Humanum genus.
El Código de Derecho Canónico que promulgó Juan Pablo II advierte que todo católico que se inscribe en «una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado”.
El Código de Derecho Canónico de 1917 excomulgaba a los católicos que “den su nombre a la secta masónica, o a otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia”.
Actualmente, la legislación se basa en el Código de Derecho Canónico que promulgó Juan Pablo II en 1983, que alertaba de que todo católico que “se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado”.
No citaba concretamente la masonería por lo que Ratzinger, como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, firmó una declaración en la que aclaraba que la Iglesia no había variado en nada su posición frente a la masonería y que ésta seguía siendo incompatible con el catolicismo.
Y conocidos ex masones como el francés Serge Abad Gallardo (que llegó a ser maestro grado 14) aseguran que es incompatible ser católico y masón. Lo explicaba en una entrevista a Actuall.
Decía: “La masonería es en la mayoría de las obediencias anti-católica y anticlerical (…) Sus fundamentos son totalmente diferentes y opuestos a la moral católica, que por ejemplo hace de la familia la base de la sociedad. Promoviendo leyes contra la familia intentan destruir la Iglesia Católica. Esto es uno de los motivos por lo cual yo afirmo que no es posible ser católico y masón”.
De hecho, la masonería ha estado detrás históricamente de las ofensivas laicistas bien para atacar a la Iglesia, bien para desalojarla del ámbito público y recluirla en modernas catacumbas.
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