Jesús Cintora
Jesús Cintora

Madrid casposa. Madrid borracha. Madrid fascista. Madrid apocalipsis. Madrid Colón. Madrid virus. Madrid Ayuso. Madrid fiestorro. Madrid sucia. Madrid asesina. Madrid dominguera. Madrid Vox. Madrid desierto. Madrid selva. Madrid Magaluf. Madrid invasora. Madrid Trump. Madrid sacristía. Madrid rojigualda. Madrid torera. Madrid borbónica. Madrid Terminator. Madrid ladrillera. Madrid zombi. Madrid basurero. Madrid camarera.

Reconozco que no entiendo la campaña de toda la izquierda, desde los políticos a los tertulianos, pero qué sabré yo, que no soy politólogo graduado en la Complutense.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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La cooptación por Iglesias del portavoz del sindicato de manteros para lista de Pablo a la Asamblea de Madrid sólo la puedo explicar porque los ‘morados’ están convencidos de que con los ni-nis, los inmigrantes que han encontrado la nacionalidad española en la tapa de un yogur, los perceptores de subvenciones, los jubilados y los funcionarios superarán el 10% del voto en las elecciones del 4 de mayo.

La campaña de la izquierda para las elecciones autonómicas en Madrid ahora pasa a insultar a todos los madrileños

Bueno, puede haber otra explicación, común a toda la partitocracia, y es el endiosamiento. La cúpula de Podemos, o sea, Pablo, Irene y Lilith, cree que, si el 95% de los inscritos (y las inscritas, que aquí no hay nadie inocente) ha aprobado con sus balidos que el señor marqués dé un empujón a la condenada Isa Serra, porque el trabajo serio lo tiene que hacer un hombre, los empresarios y los comerciantes perjudicados por los manteros aplaudirán el fichaje, pues lo importante son los avances sociales.

Pero, ¿y si tienen razón? Aunque parto de la idea enunciada por Nicolás Gómez Dávila de que “la democracia es el régimen político donde el ciudadano confía los intereses públicos a quienes no confiaría jamás sus intereses privados”, no deja de asombrarme que, por ejemplo, las negras de Baltimore y Chicago que viven de los cupones de la Seguridad Social voten a los candidatos gratos a los fondos de inversión y al violador Harvey Weinstein.

La campaña legal comienza dos semanas antes de la fecha de votación, pero la pre-campaña cada vez es más larga. Los políticos participan en ella con cierta moderación, pues en teoría les vigila la Junta Electoral. Sin embargo, los tertulianos de choque están desatados.

Las mentiras de los agitadores de izquierdas explican el arraigo del odio entre los españoles. Unos para atacar y otros para defenderse

Jesús Cintora, al que echaron de Cuatro por su sectarismo y por su maltrato al resto del equipo, recibió de la abuelita Rosa María Mateo un programa de televisión, ‘Las cosas claras’, que en las cadenas privadas ya se habría retirado de la programación por su baja audiencia. Y en él se dedica a mentir de tal manera que me pregunto dónde están los periodistas-activistas que hace unos meses mostraban su acuerdo con que las televisiones de EE. UU. dejasen de emitir los discursos del entonces presidente Trump, porque difundía ‘fake news’.

El programa de Cintora, que cuesta 43.000 euros por día de emisión, ha mostrado la playa de Barceloneta con el siguiente titular: “Desfase de turistas en Madrid”. También ha manipulado las palabras de una turista, a la que le hacen decir “Madrid” en vez de “Spain”. Por último, una compañera de Cintora presentó “el aspecto que presentan las calles de Madrid estos días, más propio de la época pre-pandemia” con unos muñecos sacados del juego de los Sims, ya que no había fotos reales.

En un programa de la SER que se dice de humor, ‘Buenismo bien’, el presentador le pide a Cristina Fallarás que le diga a los oyentes qué pasaría con un Gobierno de “extrema derecha” en Madrid, para “que la gente se asuste un poco”.

Cintora trata de culpar a los madrileños de difundir los contagios y las muertes, para lo que se inventa hasta una playa llena de franceses

Y la opinadora, que admitió en una televisión que había consumido sustancias alucinógenas durante una década, desgranó una lista de horrores: Ayuso y Monasterio quitarían todo el dinero a la enseñanza pública y se lo darían a la privada religiosa católica, “se cerraría la sanidad pública y todos tendríamos que tener un seguro privado”, “se cerrarían todos los equipos de ayuda a mujeres”… Da igual que sea mentira. Hay que asustar a las buenas gentes progresistas.

Luego los editores se preguntan por el desprestigio y la caída de audiencia de sus periódicos y programas…

Con la consigna de “¡Que viene el fascismo!”, la izquierda impulsa a la violencia contra todos los que están a la derecha del PSOE

En las conferencias sobre la Guerra Civil siempre se levanta alguien con alma simple que pregunta cómo los españoles pudieron matarse durante tres años. La respuesta es tan sencilla como leer la prensa de izquierdas de los años 30 o, en 2021, ver un programa de Cintora, leer a los columnistas de El País o Público y escuchar la SER. Ante la consigna de que “viene el fascismo” y nos va a matar de hambre, repetida una y otra vez, más de uno cree que tiene que salir a tirar piedras a los de Vox.

En estas circunstancias, que un semianalfabeto como el alcalde de Palma, José Hila, haya reconocido que Cosme Churruca y Federico Gravina, los almirantes muertos en la batalla de Trafalgar, no eran franquistas, y, en consecuencia, detuviera la retirada de sus nombres de sendas calles en la capital mallorquina, es para celebrarlo.

Así estamos: hundidos en un pozo negro y nos sentimos aliviados si el Poder abre la compuerta para que el nivel de basura nos baje por de la barbilla al pecho.

Como para quedarse en casa el 4 de mayo, amigo lector…

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