En 1997, por estas fechas, salía al mercado Harry Potter y la piedra filosofal, (en España lo publicó un año más tarde la editorial Salamandra). Un fenómeno editorial y cultural que se ha convertido en un clásico de la literatura juvenil.
Junto a valores positivos, como la reivindicación de la fantasía, la calidad literaria o el valor de la amistad, la saga compuesta por 7 libros, y otras adaptaciones al cine, ha merecido críticas y objeciones por su apología de la magia y el paganismo.
Incluso algunos autores, como el evangélico norteamericano Richard Avanes sostienen que existen conexiones entre Potter, el ocultismo e incluso el satanismo, como explica en su ensayo Harry Potter y la Biblia (la amenaza tras la magia)
Pero, por otro lado, la Iglesia Católica no se ha pronunciado oficialmente, aunque algunos autores recuerdan que la brujería y los hechizos están condenados por el Catecismo.
¿Qué hacer? ¿Es esa lectura conveniente para nuestros hijos?, ¿son exageradas las objeciones de algunos sectores sobre brujas y encantamientos ya que, al fin y al cabo, Harry Potter no es más que una fantasía literaria?
Analizamos las cualidades positivas y los inconvenientes de la saga creada por J.K. Rowling.
1. Es una proeza literaria
La calidad literaria del personaje parece indiscutible. Es un clásico de literatura juvenil al nivel de Peter Pan, Pinocho o los Cinco Secretos.
Y su nacimiento es una proeza literaria, del estilo de la de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, que se lo jugó todo a una carta, viviendo año y medio sin ingresos, empeñando el coche y viviendo de la caridad para escribir la novela que le hizo célebre.
En este caso, la autora Joanne Rowling (más conocida por J.K. Rowling), de 51 años, saltó del anonimato y la pobreza a la fama y la riqueza. Se acababa de divorciar., estaba en el paro y sostenida por los subsidios del Estado, cuando escribió en varios cafés Harry Potter y la piedra filosofal.
Aquella primera edición era de 500 ejemplares y actualmente la saga va por los 450 millones vendidos en 80 idiomas (13 millones en español).
Y la autora tiene una fortuna superior a los 560 millones de libras, lo que la convierte en una de las 12 mujeres más ricas del Reino Unido.
2. Ha fomentado la lectura y despertado vocaciones literarias.
El boom de Harry Potter fue similar al de El señor de los anillos de Tolkien o La historia interminable, de Michael Ende. Libros con tiradas millonarias, que convirtieron a adolescentes en lectores voraces.
Pocas veces se había visto una cosa igual: niños de 10-12 años devorando de golpe 100 o 200 páginas. Las adaptaciones cinematográficas realimentaban el fenómeno, porque los pequeños potterianos iban a ver las películas para contemplar en imágenes lo que habían leído, pero luego volvían a enfrascarse en la lectura en el siguiente volumen de la saga.
Muchos jóvenes autores literarios se han iniciado en la narrativa, tras nutrirse de Potter en la infancia, igual que antaño Stevenson, Verne o Salgari, despertaban vocaciones de escritores.
3. Responde a la mejor tradición literaria de Occidente: desde Homero a C.S. Lewis
Potter es como un precipitado de lo mejor de la narrativa de fantasía, amor y aventuras de Occidente, desde la Iliada –como la propia Rowling ha confesado- hasta la novela Emma, de Jane Austen, su autora favorita, pasando por las Crónicas de Narnia, de C.S.Lewis.
Cabe rastrear influencias muy diversas: desde la mitología de los celtas que habitaban Inglaterra hasta la Biblia, pasando por las brujas de Macbeth.
Y aunque la creación de Harry, Hermione, Voldemort y los demás es enteramente original, cabe rastrear influencias muy diversas en la saga. Desde la mitología de los celtas que habitaban Inglaterra hasta la Biblia, pasando por las brujas de Macbeth.
Un botón de muestra, el personaje de Dumbledor recuerda al Merlín de La espada en la piedra de T.E White, que recrea el mito del rey Arturo. Pero también a Gandalf, el personaje creado por Tolkien.
Sin llegar al grado de riqueza literaria y antropológica de la saga de El señor de los anillos, la de J.K Rowling posee notable enjundia y es una forma de acercar a los lectores jóvenes el legado cultural de Occidente.
4. A pesar de todo… es la lucha entre el Bien y el Mal
A pesar de un tono más ambiguo y posmoderno que Tolkien, a pesar de las brujas y las escobas, la saga del niño mago gravita esencialmente sobre la lucha entre el Bien y el Mal, una constante de la literatura infantil y juvenil.
Existen ciertas dudas de la relación de la saga con el ocultismo, el paganismo y la New Age, pero el Vaticano no se ha pronunciado oficialmente, aunque haya expertos que pongan objeciones a nivel particular.
Otras opiniones, sin embargo, son positivas. Como la del padre Fleetwood, del Consejo Pontificio de la Cultura. “Si he entendido bien la intención de la autora de Harry Potter, [los libros] ayudan a los niños a ver las diferencias que hay entre el Bien y el Mal. Y ella [Rowling] es muy clara sobre esto.» Añade que Rowling es «cristiana por convicción, cristiana en su estilo de vida, e incluso en su forma de escribir.»
Para las películas de la serie, la Conferencia episcopal de EEUU considera apropiado el contenido de la saga y que no es moralmente ofensivo. La Conferencia Episcopal calificó la película de Harry Potter y el prisionero de Azkaban como una de las 10 mejores películas familiares de 2004.
Y sin embargo…
Hay tres objeciones
1. La magia algo más que un recurso literario
La principal objeción que han puesto los educadores y otros especialistas es el uso de la magia, por su conexión con el ocultismo.
Es verdad que magos, hadas y hechizos forman parte de la literatura infantil desde siempre -desde los cuentos de Grimm hasta Mary Poppins- y siempre se ha visto como un recurso literario propio de la fantasía.
Pero la que usan los chicos de la Escuela Hogwarts tiene un tono más sombrío y siniestro y -aunque se trate de una ficción- con ella los personajes juegan a ser Dios controlando las fuerzas ocultas de la naturaleza.
“Las prácticas de magia o de hechicería son gravemente contrarias a la virtud de la religión” dice el Catecismo de la Iglesia Católica
Para el cristianismo la magia tiene mucho que ver con la idolatría. El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión” (nº 2117)
La virtud de la religión es, después de las virtudes teologales, la más importante de las virtudes, porque a través de ella realizamos el primer mandamiento: “Amarás a Dios sobre todas las cosas.
La propia J.K. Rowling ha señalado que para documentarse estudió brujería y que las alusiones a la hechicería se basan en creencias ocultistas.
2. Efecto contagio: los niños quieren ser brujos
El mimetismo del niño le lleva a imitar los modelos de la fantasía. Los niños de los años 80 querían ser pilotos de carreras después de ver El coche fantástico o volar como Superman después de ver a Christopher Reeves.
Y algunos llegaban a tirarse de un edificio con la capa roja, como se puede comprobar en la hemeroteca.
Con Harry Potter, niños y jóvenes quieren iniciarse en el ocultismo. En EEUU y Reino Unido, incontables aficionados se interesan por aprender a lanzar hechizos como su héroe y algunos han terminado siendo adeptas de religiones como la Wicca.
Estes es un culto neopagano desarrollado en Inglaterra desde los años 50, vinculado con la brujería. De hecho la voz inglesa witch (bruja) deriva del inglés arcaico wicce (femenino) «bruja» y Wicca (masculino) «sabio»-
En una entrevista publicada en Newsweek, un portavoz de la Federación Pagana de Inglaterra informó que recibe un promedio de cien preguntas por mes de niños y adolescentes que quieren volverse brujas, y lo atribuye en parte a los libros de Harry.
3. Borra la distinción entre el bien y el mal
No todos los especialistas tienen claro que en Potter quede definida con claridad, la batalla entre el bien y el mal.
Por ejemplo, la escritora y socióloga alemana Gabrielle Kuby afirma en su ensayo Harry Potter, Good or Evil?” (Harry Potter, ¿bueno o malo?), que las novelas no permiten desarrollar en los pequeños lectores un adecuado sentido del bien y del mal.
Kuby examina la técnica de J.K. Rowling desde una perspectiva cristiana. Explica cómo se modifica el estado normal de conciencia en el curso de la lectura, rompe inhibiciones para participar en la magia y modifica puntos naturales de orientación; especialmente, el criterio que distingue entre bien y mal es disuelto con confusión mental y desarme emocional.
Kuby argumenta que, de un libro a otro, crece la afinidad de Harry Potter con el ‘malo’ Voldemort
Argumenta que Potter no combate realmente contra el mal; y que, de un libro a otro, aumenta su afinidad con Voldemort, y Voldemort es resueltamente malo. En el quinto volumen Voldemort toma posesión del mago, lo que lleva a la total destrucción de su personalidad.
Además, llevan a sus lectores a un mundo plagado de monstruos crueles, de espíritus manchados de sangre, de maestros malévolos y sádicos, de horribles hechizos y maldiciones, sin hacerles saber que hay vías para vivir fuera de ese mundo. Más aún, no hay la menor insinuación o pista de que alguno esté buscando salir de allí.
En 2003, el entonces cardenal Ratzinger envió una carta a Kuby, en la que le agradecía por la publicación de su ensayo y en la que afirmaba que la saga “contiene seducciones ligeras, que actúan sin que uno se dé cuenta, generando serias distorsiones del cristianismo en el alma, antes de que ésta pueda crecer adecuadamente”, considerando que el público de los libros es mayoritariamente infantil y juvenil.
Otro experto, Edoardo Rialti, señalaba en L’Osservatore Romano que “los valores positivos que propone el mago son la brujería, la manipulación violentas de las personas y cosas y el conocimiento de lo oculto».
Según Rialti, Potter desprecia a todos los que no sean magos y no educa hacia «lo trascendente, sino a una vaga espiritualidad ‘new age'».
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