Netflix cambió nuestra forma de consumir imágenes, educa a una nueva generación y refleja la vida de nuestra sociedad. Una de las series más innovadoras es la futurista Black Mirror. Cada capítulo es independiente. Lo que da sentido a la serie es el argumento: llevar al extremo el desarrollo de la tecnología y crear hipotéticas situaciones en la vida humana.
Los directores de estas pequeñas obras de arte no se cortan, son provocadores y plantean de manera simple temas éticos de mucho calado. La mayoría de los capítulos consigue tener en vilo al espectador. A pesar de que la serie es futurista, los planteamientos que hace parecen factibles de realizarse a corto plazo. Nada del otro mundo.
Su último lanzamiento fue el capítulo de “Bandersnatch”, una serie interactiva donde el usuario es continuamente cuestionado y toma decisiones para guiar al protagonista por su camino. Un experimento social innovador. Usa tecnología para involucrarnos.
Aquí empiezo a revelar de qué va el capítulo. Así que decida usted mismo si quiere seguir leyendo o no.
Las decisiones iniciales que parecen inofensivas (como decidir un cereal u otro para el desayuno) cambian de matiz. Después hay que decidir sobre el consumo de drogas, creer o no en conspiraciones del gobierno; y ya luego, derivan en violencia
El protagonista, inspirado en un libro de ciencia ficción de un escritor loco, trabaja en el desarrollo de un videojuego y empieza a cuestionarse la realidad. Hasta aquí es todo aparentemente normal.
A lo largo del capítulo cuando se presentan disyuntivas en la vida del protagonista, el espectador decide. Estas decisiones tendrán consecuencias y guiarán al joven programador en una dirección u otra. Lo dramático es que el asunto termina mal sea cual sea el camino.
Las decisiones iniciales que parecen inofensivas (como decidir un cereal u otro para el desayuno) cambian de matiz. Después hay que decidir sobre el consumo de drogas, creer o no en conspiraciones del gobierno; y ya luego, derivan en violencia: decidir si golpear, matar, enterrar o descuartizar un cuerpo.
Después de más de dos horas pegada a la pantalla de ida y vuelta, decidiendo una cosa y otra para desbloquear otros finales (pasé por los Frosties, por hacer que su colega se suicidara, que consumiera droga, que se fuera corriendo de la consulta, que golpeara a su padre, que le enterrara en el jardín y que decifrara el código de una caja fuerte, para luego tener que explicarle al chico dentro de la serie que era Netflix). Apagué y me fui a dormir con bastante mal rollo.
Sí, señoras y señores, esto es entretenimiento. Sí, esto habla mucho de esta generación (de la que formo parte) sobre las decisiones a través de la pantalla, sin consecuencias para mí y con posibilidad de apagar en cualquier momento. Habla del entretenimiento basado en la violencia, en la inmediatez y en la ficción.
Véalo y saque sus propias conclusiones. O no. A fin de cuentas la vida está llena de pequeñas decisiones, sólo que en la vida real (fuera de la pantalla) sí nos afectan. No pretendo promocionar Netflix, pero claramente Black Mirror es una serie que recomiendo para reflexionar sobre qué nos podría deparar el futuro si no somos capaces de vivir en el mundo real.
En abril de 2018 Netflix superó los 125 millones de usuarios en todo el mundo, sus ingresos en el primer trimestre del año anterior fueron 234 millones de euros. El poder mediático es incuestionable y lo sabe. De hecho, en algún caso polémico empieza a comportarse como un actor social tomando partido y ejerciendo de facto como grupo de presión. Ya sabe… el típico encargado de la propaganda cultural del sistema.
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