La historia comienza con la colocación del Belén en el Parlamento Andaluz. Aunque parezca mentira jamás se había puesto, quizás por ese secularismo socialista un tanto ‘come-curas’.
El caso es que este año se puso. Y a la izquierda sindical no le hizo gracia. La conversación entre un sindicalista y un funcionario católico fue la siguiente:
- No sé por qué tenemos que tenemos que financiar un Nacimiento con dinero público
- Cristo siempre gana
- A ver si acabáis como en Paracuellos
- No voy a contestar porque no soy guerracivilista
Ese es el ambiente. Pero el acoso no acaba ahí. El acosador no ha parado de insultarle e incomodarle. La víctima lo ha denunciado a los servicios de la cámara regional, pero no ha habido respuesta. Tan sólo una llamada al órden. El acosador responde que es una manera de hablar, que no es literal. ¡Faltaría más!
El asunto se cierra con la petición de traslado por parte de la víctima. ¡El mundo al revés!
La anécdota es toda una categoría: laicismo militante, agresividad guerracivilista e instituciones pasivas e ineficientes para garantizar los derechos.
Pero también es una muestra del acoso que sufrimos los católicos. El último informe del Observatorio para la Libertad Religiosa no sólo denuncia el incremento en los ataques a lo sagrado sino que apunta a que muchos de esos ataques provienen de los mismos partidos políticos que se supone que deberían defender la libertad religiosa. Por cierto, encabeza de largo el PSOE
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