En el archipiélago de Andamán, en el océano Índico, hay una isla llamada Sentinel del Norte que siempre ha llamado la atención de quienes somos aficionados a las curiosidades geográficas. Y es que en esa isla, que pertenece a la India y cuya superficie es de 72 kilómetros cuadrados, es ilegal entrar.
El motivo es que allí vive una pequeña comunidad de indígenas que no tienen contacto con el mundo exterior y que viven literalmente en el paleolítico. Además, se trata de indígenas muy hostiles. En 2006 dos pescadores hindús fueron asesinados por los indígenas cuando su barco se acercó accidentalmente a la isla. Hoy ha sido noticia que un misionero cristiano estadounidense de 27 años, John Allen Chau, ha sido asesinado por esos salvajes después de acceder ilegalmente a esa isla: le mataron a flechazos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSiete pescadores han sido arrestados por transportar al misionero a la isla. El Gobierno no movió un dedo contra los asesinos de los pescadores de 2006 y nada indica que vaya a hacerlo ahora. La India ha asumido, de hecho, que en esa isla no existen ni las leyes ni los derechos humanos, empezando por el respeto a la vida.
¿Nuestra cultura no es mejor que la de esos indígenas?
Francamente, no entiendo que haya una comunidad humana que vive en el paleolítico, sin ningún tipo de asistencia sanitaria, sin respetar ninguna ley del país al que pertenece y sin respetar los derechos humanos, y que mucha gente considere eso como algo que debe mantenerse así, como si fuese un zoológico humano. La humanidad no sólo ha abandonado el afán por civilizar a pueblos atrasados, sino que ahora consideran eso una forma de racismo.
Creen que es mejor que las tribus no contactadas sigan como están, es decir, muriéndose de hambre o por enfermedades perfectamente curables, pues -según el pensamiento progresista- no hay una cultura mejor que otra. Es lo que llaman multiculturalismo.
Internautas progresistas apoyan el asesinato del misionero
Leyendo los comentarios en las redes sociales sobre este caso me he encontrado cosas indignantes. Leed por ejemplo las respuestas a este tuiteo del diario progresista El País: uno le echa la culpa a las religiones; otro celebra que «no lo dejaron entrar», porque las religiones no le gustan; y otro comenta: «Por idiota, que los dejen en paz”.
En este otro tuiteo de El País nos encontramos con respuestas parecidas: uno considera lo ocurrido un “suicidio”, y otro comenta: “Bueno, eso les pasa por meterse en territorios donde no han sido invitados. Ellos tienen sus propias creencias. ¡Bien hecho!“ Mensajes de este estilo se pueden leer hoy en cuentas de Twitter de muchos internautas progresistas que han puesto a caldo a Trump por su política de inmigración.
El odio de la izquierda contra la cultura occidental y cristiana
Imaginad por un momento lo que dirían esos mismos progresistas si en la frontera española recibiésemos a tiros a los que entran ilegalmente por las vallas que rodean Ceuta y Melilla. Se armaría la de San Quintín.
Al final el mensaje parece ser que unos salvajes en taparrabos tienen derecho a matar a cualquier extraño que pise su isla, pero los países occidentales no tienen derecho a cerrar sus fronteras a nadie. Detrás de expresiones como las que hoy se han podido leer en las redes sociales no hay, por supuesto, un aprecio por esos salvajes: si dicen esas burradas es, en el fondo, porque la izquierda profesa un odio fanático contra la cultura occidental y cristiana, tal vez por haberse resistido al dominio comunista durante décadas.
Es odio, y no lógica ni razón, lo que alimenta a unos canallas que aquí piden fronteras abiertas pero luego aplauden que se mate a un intruso en una remota isla, tal vez porque el intruso era -casualmente- occidental y cristiano.
* Publicado originalmente en Contando Estrelas.