La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena ha tenido que echar el freno. El pasado viernes, amparados en ley de Memoria Histórica, operarios municipales retiraron una placa en recuerdo de unos novicios carmelitas que fueron fusilados en la tapia del cementerio de Carabanchel.
La metedura de pata ha sido tan mayúscula, que hasta el arzobispado de Madrid emitió una nota de protesta en la que advertía de que, cuando menos, se trataba de «una inadecuada aplicación de la Ley de Memoria Histórica».
Cuatro días después, el Ayuntamiento ha asegurado que repondrá la placa, alegando que ha habido un «error interno» y que no figuraba en la lista de elementos «franquistas» a eliminar en la ciudad.
Sea cual sea el motivo real de la retirada de la placa, tal vez sea momento de recordar cómo fue, en efecto, la historia de los ocho de Carabanchel.
Tu convento, mi cárcel
Apenas diez días después del 18 de julio, los republicanos de Castellón vieron la necesidad de habilitar una cárcel. Y como no era cuestión de afanarse construyendo una y dadas las urgencias de la guerra, resolvieron desalojar el convento de El Carmen en Onda (Castellón).
Allí moraba, entre rezos y manuales de patrística, una treintena de estudiantes carmelitas, profesores y novicios.
Al amanecer del 27 de julio de 1936, una pareja de guardias de asalto se presentó para realizar el desalojo y trasladar a los carmelitas por parejas hasta su residencia, donde se despidieron entonando una Salve.
De los 30 compañeros, sólo ocho llegaron a Madrid. El resto, corrió suerte dispar
Decidieron trasladarse hasta Villarreal a donde llegaron 21 y de donde sólo partieron 20. El padre Anastasio Ballester fue detenido y posteriormente fusilado. De ahí debían viajar hacia la capital del Turia y, después, cada uno a su destino, vestidos de paisano.
Sin embargo, al llegar al barrio marinero del Cabañal, son reconocidos como carmelitas. Todos menos dos, que pudieron seguir camino a Madrid. Los 18 llegaron, ahora como prisioneros, a Valencia, en cuya Estación del Norte, se le pierde el rastro de Ángelo Martín.
Dos más, el provincial Rafael Sarriá y el hermano Florencio Marquínez salieron para Algemesí. Y también se perdió la pista de Marquínez.
Quedan 15. La mitad de los que fueron desalojados del convento en Onda. En una suerte de lotería cruel, seguía la pedrea de los que quedaban por el camino con suerte dispar.
El padre Evangelista Muñoz, que bajó del tren en Albacete, fue asesinado poco después en Almusafes. Fray Isidoro Garrido, logró escapar de su captor. Quedan 13.
Sólo ocho llegaron a las tapias de Carabanchel
Cinco más corrieron diferente suerte, y quedan los ocho, objeto ahora de la afrenta del Ayuntamiento de la capital de España, a cuya estación de Atocha llegaron el 28 de julio de 1936.
Quedaron alojados en el asilo de ancianos del Paseo de las Delicias, donde quedaron confinados hasta el 17 de agosto. Pasada la media noche, un grupo de milicianos decidió su suerte. Irrumpieron en la estancia, les obligaron a vestirse y a dejar sus pertenencias. Fueron fusilados en la madrugada del día 18, junto a la tapia del cementerio de Carabanchel.
Sus restos fueron exhumados en 1950 y trasladados al santuario del Henar en Cuéllar (Segovia), donde reposan.
“Somos igual que los yihadistas, borramos la historia”
José Manuel Ezpeleta, vocal de la Hermandad de Nuestra Señora de los Caídos de Paracuellos del Jarama, ha explicado a Actuall.com que la decisión del Ayuntamiento de Madrid de retirar la placa que recuerda a los novicios fusilados responde más a “instintos animales” que ideológicos.
“Como hay una incultura supina, esta gente se mueve, más que por instintos ideológicos, por instintos animales”, señala, al tiempo que subraya que los recordados en la placa que ha retirado Manuela Carmena “no tienen nada que ver con el franquismo. Son víctimas de la persecución religiosa”.
“Luego nos creemos que somos la bomba porque estamos en Europa, pero somos igual que los talibanes o los yihadistas porque destruimos nuestro patrimonio y borramos la Historia”, añade el experto.
Antes de conocerse la noticia de la rectificación del Ayuntamiento, la plataforma en defensa de la libertad religiosa, MasLibres.org había lanzado una petición que, en apenas unas horas, habñia recibido el respaldo de más de 5.000 personas.
En ella, se reprocha a la alcaldesa que quiera «borrar su propio pasado», en referencia al pasado «de una izquierda laicista, intolerante y genocida».
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