A pesar de que su corazón esta «entristecido por la persecución de tantos cristianos», Asia Bibi muestra su compromiso por los que están sufriendo el mismo martirio que ella vivió como símbolo de la libertad religiosa durante una década.
Así se lo ha expresado a Alessandro Monteduro, director de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada en Italia, quien la ha entrevistado recientemente en la que ha reclamado a las autoridades de Pakistán que e termine con el abuso de las leyes de blasfemia que amenazan a las minorías religiosas en el país: «He sufrido mucho y vivido muchas dificultades y hoy soy libre. Espero que la ley [de blasfemia] sea modificada para que no pueda abusarse de ella».
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Suscríbete ahoraBibi ha denunciado el abuso de estas leyes por parte de algunos grupos islamistas, asunto sobre el que se ha dirigido directamente al primer ministro de Pakistán.
«Pakistán no es de minorías o mayorías. Pakistán pertenece a todos los ciudadanos paquistaníes por lo que incluso las minorías religiosas tienen el mismo derecho de ciudadanía. La ley en Pakistán establece que todos tienen libertad, por lo que debe ser garantizada y respetada», ha reivindicado desde Canadá, donde vive refugiada.
Asia Bibi se ha referido muy en especial a los casos de niñas forzadas a casarse, a convertirse al islam y a mantener relaciones sexuales con sus maridos forzosos: «Conozco casos de niñas secuestradas, violadas sexualmente, y también convertidas a la fuerza. En primer lugar, aconsejo a los padres que no dejen nunca a sus hijas solas. Sé que estas niñas son perseguidas y hago un llamamiento al primer ministro de Pakistán, Imran Khan: por favor, ayude a nuestra niñas, porque ninguna de ellas tendría que sufrir».
Agradecida por el apoyo que organizaciones religiosas y civiles le han prestado durante su cautiverio, Asia Bibi se ha mostrado convencida de que «Dios escucha las oraciones de todos». No en vano, pese al enorme sufrimiento que le produjo estar separada de su familia durante 10 años, reconoce que «al mismo tiempo sentía con fuerza la presencia de Dios».
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