El pasado fin de semana se celebró en Madrid el III Congreso Todos somos Nazaremos ‘WeAreN 2018’ organizado por MasLibres.org, organización en defensa de la libertad religiosa y por la plataforma internacional CitizenGO.
En pocas ocasiones en España se puede estar ante un grupo tan destacado de voces que en primera persona narran el calvario que sufren cada año millones de cristianos perseguidos en todo el mundo, en especial en Oriente Medio, África y Asia.
Por desgracia, salvo cuando los principales medios de comunicación fijan la vista en algunos acontecimientos especialmente extraordinarios, el drama de estas personas pasa generalmente desapercibido en Occidente, pese a que las consecuencias de estos hechos, por mor de la globalización, acaba repercutiendo en las vidas de las naciones del primer mundo.
Como prólogo a la celebración del congreso, cristianos de distintas denominaciones víctimas del terrorismo islámico presentaron en la Embajada de España ante la ONU una petición para que la comunidad internacional tome cartas en el asunto, con especial preocupación por los niños.
La petición será llevada también por la plataforma MasLibres.org a la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet; al relator especial sobre la Libertad de Religión, Ahmed Shaheed; al relator del grupo de trabajo sobre detenciones arbitrarias, José Antonio Vergara Bermúdez, y también al enviado especial de la Comisión Europea para la promoción de la libertad de religión y creencias fuera de la Unión Europea, Ján Figel.
Tal vez la presentación de miles de firmas de apoyo no sea suficiente para que este lamento desgarrado ocupe un lugar principal en las agendas de los próceres internacionales. Pero, con dificultad nadie que se tome el tiempo de conocer estos testimonios puede salir indiferente.
La nómina de intervinientes fue de un altísimo nivel y todos se han jugado la vida, de forma voluntaria o involuntaria por no renegar de su fe o por ayudar a otros a vivirla en libertad. Tanto es así, que la primera persona que habló lo tuvo que hacer escondido tras una barba postiza, unas gafas y otros elementos para que no se le reconociera, dado que está muy amenazado debido a su labor de ayuda a los cristianos en El Cairo.
Masacre en la Universidad de Garissa
El cuerpo de quienes asistieron se estremeció sin duda al oír el relato de Fredrick Gitonga y Obwamu Ombunga, dos estudiantes cristianos de la Universidad de Garissa que fueron testigos directos de cómo el 2 de abril de 2015 hubo un brutal ataque islamista en el que fueron asesinadas cerca de 150 personas a manos de terroristas de Al Shabbaab, un grupo afín al llamado Estado Islámico.
“Nos conocíamos todos. De entre mis contactos del teléfono, 4 o 5 amigos murieron ese día. Era muy doloroso pensar que todos ellos murieron por ser cristianos”, ha detallado Fredrick Gitonga, que se salvó porque se escondió debajo de la cama.
Por su parte, el jóven Obwamu Ombunga recibió cinco balazos en el atentado de la Universidad de Garissa. Uno de los proyectiles le alcanzó la cabeza pero sobrevivió milagrosamente. “Era un aviso para que el resto de cristianos supieran que no están seguros, que ellos pueden ser los próximos”, ha afirmado. Y ha hecho hincapié: “La sangre de esos cristianos es una semilla de la que germinan nuevos cristianos, pero es una semilla que germina muy lentamente”.
“Por Dios, no tiréis!”
Y de Kenia, a la República Centroafricana, donde el obispo español de la diócesis de Bangassou, Juan José Aguirre, está desarrollando una labor heroica en defensa de la libertad religiosa. Al país llegó siendo un joven de 26 años y, 38 años después, sigue trabajando de manera incansable, mientras denuncia que “catorce señores de la guerra llegaron financiados por potencias del Golfo Pérsico. Otros países como Estados Unidos, Rusia o Israel tienen y tendrán un claro interés económico por el control de las materias primas, por lo que el país se encuentra en un estado de guerra permanente”.
Monseñor Aguirre narró con detalle, pero desde la humildad más sincera, cómo se ha visto en medio de un tiroteo por salvar la vida de aquél que lo necesitara. Hace año y medio no dudó en ponerse, junto con sus sacerdotes frente a un ejército de extremistas -estos no musulmanes- que rodeaban una mezquita en la que habían sido refugiadas miles de personas perseguidas por los saqueadores.
Monseñor Aguirre denunció que los cascos azules de la ONU, en esta ocasión de nacionalidad marroquí, de un momento a otro dejaron la posición abandonada, dejando a estas personas a merced de los terroristas. Estabn “rodeados por 300 francotiradores que iban a cometer un genocidio”, denunció el obispo.
Al enterarse corrieron con las sotanas blancas a interponerse con las manos en alto diciendo “Por Dios, no tiréis!” en nombre de las reglas de la guerra, dado que la mayoría de los refugiados eran mujeres y niños. Sin embargo, silbaron las balas y tras el tiroteo recogieron decenas de cadáveres.
Cuando se presentaron de nuevo unos cascos azules de la ONU, esta vez portugueses, los musulmanes les pidieron que fueran refugiados “en la iglesia católica”. Y tras mandar a los seminaristas menores a su casa, puso a disposición de 2.000 musulmanes perseguidos las instalaciones. “Allí están todavía. Llevan un año y medio”, explicó el obispo Aguirre.
Sin salir de África, el obispo de Bomadi (Nigeria), monseñor Hyacinth Oroko Egbebo, expuso la terrible situación que se vive bajo la amenaza y la opresión de Boko Haram, pese a que, como confesó, había recibido “mensajes diciendo que tenga cuidado con lo que diga en esta conferencia, porque puede que moleste a alguien del Gobierno”. “Puede que el hecho de estar aquí, tenga consecuencias para mí. Sin embargo, yo sólo sigo a Dios”, añadió el prelado que reclamó una intervención internacional para acabar con Boko Haram. “Si la ONU actúa, acabaría con Boko Haram en un año”, clamó.
Un periodista secuestrado por los yihadistas
Por mucho que de vez en cuando los medios se hagan eco de alguna de estas situaciones, incluso con la emisión de reportajes y mesas de expertos, el testimonio directo es inigualable.
Así sucedió con el periodista español Antonio Pampliega, que permaneció secuestrado por Al Qaeda en Siria durante 299 días, la mayor parte aislado, pese que al principio compartió su desgracia con dos compañeros. En el día 93 de cautiverio, fue acusado de ser un espía y separado.
Pese a haber pasado por semejante trance, en el que trató de suicidarse una vez y otras muchas fue amenazado por sus captores, Pampliega sostiene respecto a sus secuestradores que “ni los odio ni los perdono, porque durante el secuestro me di cuenta que no podía ser como ellos. Sólo los odio por lo que hicieron a mis padres, porque ellos no tenían ninguna culpa. Yo estaba trabajando en una guerra y podía morir”.
La llanura de Nínive, arrasada
Irak es sin duda otro de los focos principales de la persecución a los cristianos perseguidos. Desde la caída del régimen de Sadam, en el que los cristianos vivían con una cierta libertad, su situación se fue deteriorando hasta que se volvió insostenible en el verano de 2014, cuando la gran ofensiva del Estado Islámico les expulsó.
La llanura de Nínive, una zona con cerca de 2000 años de presencia cristiana, fue arrasada. Mucho antes de eso, el padre Gabriele Firas, iraquí de Mosul, había sido testigo de cómo habían cambiado las cosas en su patria.
Durante su intervención en el congreso recordó cómo advirtió al Vaticano de cómo se estaba produciendo la radicalización islámica en el país, mucho antes de que los titulares de medio mundo hablaran del Estado Islámico. “Mi madre se casó con minifalda y yo veía a las mujeres con velo”, explicó.
A su juicio, el mayor desafío para su pueblo, además del el propio hecho de ser cristianos en Oriente Medio, es la necesidad de construir un futuro para esos niños y jóvenes que, de otra manera, caerán en el extremismo. “La necesidad no es económica, sino de visión de futuro”, subrayó el padre Firas.
Esclavo de sus carceleros
La Historia de Petr Jasek fue una de esas que sí tuvo una cierta trascendencia pública. El cooperante cristiano checo estuvo condenado a 20 años de prisión en la República de Sudán y en los más de 400 días que transcurrieron desde su detención hasta la celebración del juicio, pasó por cinco prisiones en las que fue interrogado y torturado, tanto por los carceleros como por sus compañeros de celda.
La movilización internacional – a la que se sumó la fundación internacional CitzenGO de forma destacada- y las presiones diplomáticas del Gobierno delos Estados unidos lograron su liberación final.
A Jasek le intentaron ahogar en varias ocasiones usando toallas mojadas. Le humillaron constantemente: “Supieron que era cristian. Luego empezaron a llamarme cerdo; me convirtieron en su esclavo y les tenía que lavar la ropa, sus calzoncillos, el baño… y como no respondía a sus insultos empezaron a golpearme. Su odio hacia mí no paraba de crecer y que no me revolviera contra ellos les causaba más odio”, explicó.
Pakistán, el llamado “país de los puros”, es un lugar de riesgo extremo para los cristianos. Pero incluso los que logran escapar del infierno y buscan su fortuna en países como España siguen atemorizados.
Es el caso de Aslam Malik, que tuvo que huir junto a su familia después de participar en una manifestación contra la aplicación de la ley de la sharia, utilizada de forma arbitaria. “Nos amenazaron de muerte, dieron una paliza a mi mujer e intentaron quemar nuestra casa”, narró en su intervención en el Congreso.
Aslam denunció ante la Policía los hechos, pero se negaron a registrar la denuncia y le recomendaron que se marchara del país. Aslam, que era un empresario que vivía de forma acomodada, pudo hacerlo “pero la mayoría de los cristianos de Pakistán no puede hacerlo y se tienen que resignar a seguir bajo la opresión de la mayoría musulmana del país”.
Tras pasar por Marruecos, donde su situación comenzó a enrarecerse cuando se empezó a desvelar su condición de cristiano, Aslam llegó a España, donde aunque vive con cierta libertad, no se atreve a ir a determinadas zonas del país, donde hay una gran población de Pakistán.
En el III Congreso Todos somos Nazarenos también ha habido espacio para la intervención de expertos como Samir Khalil Samil, quien desde su experiencia expuso el hecho de que “todo buen musulmán debe elegir qué versículo [del Corán] quiere aplicar en su vida; si quiere construir la paz utilizará los pacíficos y si quiere la guerra, como el caso de Boko Haram, hablará de los bélicos”.
Buena parte del problema con los extremistas islámicos radica en la ambigüedad que surge de la propia vida de Mahoma y de la propia construcción e interpretación del Corán, tal y como explicó Khalil.
Al rescate de los cristianos perseguidos, desde hace siglos
Existen instituciones que llevan siglos dedicadas a la ayuda y rescate de los cristianos perseguidos. Es el caso de la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, que fue fundada a principios del siglo XII. Casi novecientos años después, siguen trabajando en favor de los cristianos perseguidos.
El padre Antonio Aurelio Fernández, que está al frente del proyecto Solidaridad Internacional Trinitaria, denunció en su intervención que “en este mundo globalizado somos responsables de la persecución religiosa”, por lo que no se puede mirar a otro lado.
En su exposición, denunció que “en el islam no existe el concepto de libertad, ni de igualdad ni de democracia. Y Occidente debe defender ese concepto, pero sin imponerlo”.
El testimonio de Rebecca Bitrus supone una de las pruebas más evidentes del grado de crueldad al que los cristianos son sometidos por el yihadismo en diferentes partes del mundo.
Bitrus fue secuestrada, torturada y violada a los 26 años por Boko Haram en Nigeria. Sus captores le dijeron que “desde ese momento ya no era cristiana, sino musulmana”. Su marido logró huir.
“Nos maltrataban, incluso nos obligaban a casarnos con combatientes de Boko Haram. Yo me negué porque yo ya estaba casada. Entonces, cogieron a mi hijo pequeño y le tiraron al río. Yo también me tiré pensando que podíamos salvarnos, pero no fue así y mi hijo murió ahogado. Ese día me violaron y quedé embarazada. Tuve un niño con un combatiente de Boko Haram”, expuso ante un auditorio embargado por la emoción.
Los yihadistas quisieron utilizarla como bomba suicida. Finalmente, logró escapar junto al hijo concebido en tal horrible circunstancia. Al principio pensó en darlo en adopción, pero su hijo mayor intervino: “Me dijo que ya había perdido a su hermano y no quería quedarse solo. Al reencontrarme con mi marido, acogió al pequeño y me dijo que era un hijo de Dios”, rememoraba.
Ese hijo ahora tiene tres años y Rebeca vive feliz: “No puedo dar las gracia suficientemente a Dios”, expresó.
Junto a las misioneras de la Caridad asesinadas en Yemen
El III Congreso Todos somos Nazarenos concluyó sus sesiones con el testimonio de dos sacerdotes, el padre Tom Uzhunnalil y George Muttathuparambil, que servían en la comunidad que las Misioneras de la Caridad tenían en Yemen.
El padre Uzhunnalil fue secuestrado durante 18 meses por terroristas islamistas. Durante buena parte de ese trance estuvo maniatado y con los ojos tapados. Fue cambiado de ubicación varias veces.
Pese a la tortura que supuso el secuestro, el presbítero asegura que “sé que no me hicieron daño, pero estar sin ver a nadie fue insoportable”. Sólo la fe y el recuerdo de las cuatro misioneras asesinadas durante el asalto en el que fue secuestrado le mantuvieron con vida.
El clamor de estas víctimas es ignorado por los gobiernos del mundo y encuentros como el del pasado fin de semana tratan de compensar la falta de denuncia de esta lacra mundial. El presidente de CitizenGO, Ignacio Arsuaga, resumía así este sentimiento en la clausura, tratando de aportar algo de esperanza: “EStoy convencido de que todos unidos, si somos capaces de vencer la indiferencia que anida en nuestros corazones, podremos frenar el genocidio contra los cristianos, detener la persecución y ganar la batalla de la libertad religiosa y de los derechos humanos en el mundo.
Comentarios
Comentarios