El sábado 23 de abril, a las siete de la tarde, tuvo lugar un acontecimiento muy especial que merece ser comentado con cierto detenimiento.
Ocurrió que en la madrileña Plaza de la Villa (antaño sede del Ayuntamiento de Madrid) más de trescientos jóvenes –algunos portando banderas de España- hincaron sus rodillas para rezar un rosario cuya intención no era otra más que pedir por la salvación de España.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraQuienes vean esto de manera superficial es muy probable que se encojan de hombros y que, en tono despectivo, digan que se trató de un grupo de fanáticos fuera de época a quienes no se les ocurrió algo mejor para matar el tiempo.
Sin embargo, quienes allí estaban de rodillas invocando a María, medianera de todas las gracias, no era jóvenes que andan rodando por la vida sin rumbo fijo.
Nada de eso. Quienes, junto a la histórica Torre de los Lujanes, al caer la tarde de aquel día de San Jorge, sacrificaron cualquier tipo de respeto humano exponiéndose a burlas e incluso insultos sabían muy bien lo que se traían entre manos.
Claro está que la actitud de estos jóvenes resulta incomprensible si la analizamos con mentalidad rastrera.
Y es que dicha conducta –inusual en nuestros días- jamás logrará entenderse si no la vemos con visión sobrenatural o sea con la luz que nos da la Fe.
Marxistas y masones habrán de burlarse; lo mismo hará un capitalista que solamente piensa en el dinero… y no digamos aquellos que viven aprisionados por las cadenas del sexo, de la moda y de las drogas.
No obstante, quienes, iluminados por la Fe que todo lo explica, intenten comprender lo que ocurrió aquella tarde en el viejo Madrid de los Austrias muy pronto encontrarán la pieza que le falta a este rompecabezas que es la época que nos ha tocado vivir.
Aquellos jóvenes son hombre de fe, católicos militantes, que saben muy bien como la vida no es tiempo de premio sino más bien de prueba. Y al ser tiempo de prueba habrá que superar todo obstáculo que nos aparte del premio final que no es otro que la salvación eterna.
Aquellos jóvenes heroicos, que se expusieron a que los viesen como bichos raros, son algo fuera de lo común dentro de la sociedad descristianizada en que nos movemos.
Aquellos jóvenes, al tomar conciencia de cómo nos hallamos a bordo de un viejo galeón con el maderamen podrido que está a punto de hundirse, decidieron ser prácticos y fue por ello que pidieron ayuda dirigiendo la mirada hacia donde debían dirigirla o sea hacia lo Alto, o sea hacia el Cielo.
Quizás muchos de ellos en esos momentos recordasen como, allá por 1571, Europa estuvo a punto de ser destrozada por los turcos que pocos años antes se habían apoderado de la isla de Chipre.
La Europa de aquel entonces se hallaba sumida en un pantano de confusión: Inglaterra de había vuelto cismática; Alemania y países vecinos se habían vuelto protestantes; Francia se hallaba embriagada por la frivolidad…
Entretanto las naves turcas estaban a punto de avanzar por el Mediterráneo…
Fue entonces cuando uno de los mejores Papas que ha tenido la Iglesia, San Pío V, convocó a una Cruzada a la cual España fue la primera en acudir.
Fue entonces cuando, por deseo expreso del Vicario de Cristo, se nombró jefe de la armada cristiana a un joven cuya edad, 24 años, era cercana a la de quienes rezaron el rosario en días pasados en la Plaza de la Villa: Don Juan de Austria, hermano del rey Felipe II.
Antes de partir al encuentro de los invasores, San Pío V pidió que, con fervor y esperanza, se rezase el rosario.
Todos le obedecieron y lo que ocurrió todos lo sabemos: El 7 de octubre de 1571, don Juan de Austria derrotó en Lepanto a una escuadra turca que superaba en número a la escuadra cristiana.
Desde entonces se declaró que, en lo sucesivo, cada 7 de octubre habría de festejarse a la Virgen del Rosario.
Fue aquel uno de los más bellos y heroicos episodios de la Historia de España. A quienes deseen conocerlo deleitándose les recomiendo una estupenda novela: Jeromín, cuyo autor es el Padre Luis Coloma, S.J.
Los jóvenes que hace días rezaron piadosamente pidiendo la intervención de la Madre de Dios es muy probable que hayan recordado como, gracias al rezo del rosario, Europa logró salvarse.
Y si gracias al rezo del rosario Europa logró salvarse hace 551 años…¿Por qué no habrá de ocurrir lo mismo en la atribulada España de 2022?
No exageramos al decir que España está pasando por uno de los momentos más difíciles en toda su historia: Separatismo que amenaza mutilarla en cien pedazos, corrupción de costumbres hasta niveles bestiales, abortos, divorcios, quiebras familiares, drogas que pudren a la juventud, una coalición social comunista desgobernando al país, desempleo, okupas despojando viviendas, mujeres asesinadas, incontrolable inmigración islámica, partidos que en apariencia son conservadores pero que en realidad están dispuestos a pactar con Pedro Sánchez, etc. Etc…
¿Existe acaso un panorama más desolador? ¿Comprendemos ahora el justo temor pero a la vez cristiana esperanza de ese puñado de jóvenes que, con el rosario en la mano, decidieron acudir a María, medianera de todas las gracias?
En medio de tanta podredumbre y desolación, el acto piadoso que tuvo lugar hace días nos devuelve la esperanza perdida…
Dios lo quiera.