A inicios de siglo XX, la población de la actual Kosovo estaba compuesta en su mayoría por cristianos ortodoxos de origen serbio. Históricamente, Kosovo era la cuna de la nación serbia y de su fe. Es aquí dónde están sus monasterios más antiguos. Es aquí, también, donde hay la más alta densidad de edificios religiosos cristianos en Europa.
Sin embargo, durante la ocupación otomana, que duró hasta 1912, la inmigración intensiva de musulmanes originarios de la vecina Albania conllevó el exilio de la población cristiana. La política demográfica de los otomanos tenía como objetivo valorizar el territorio ocupado, haciendo que la balanza de la relación demográfica entre musulmanes y cristianos se inclinara hacia los primeros.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDe esa manera gradualmente se ha pasado a la situación actual en la que la población de origen serbio -cristiana- representa el 7% de la población, mientras que la población de origen albanés -musulmana- es casi el 90%, lo que ha supuesto que más de 300 kosovares hayan formado parte del Estado islámico, siendo la cifra más grande de combatientes por habitantes de Eruopa.
Desde que comenzó en 1999 la guerra de Kosovo, que concluyó con la declaración de independencia en 2008, 250.000 habitantes de origen serbio han abandonado la región
Desde que comenzó en 1999 la guerra de Kosovo, que concluyó con la declaración de independencia en 2008, más de 250.000 habitantes de origen serbio han abandonado la región y otros 120.000 continúan viviendo en la zona pese a los constantes ataques por parte de los musulmanes.
Son conocidos los ataques que se produjeron en 2004 en los que 19 personas fueron asesinadas, 5.000 hogares cristianos desalojados y 34 iglesias destruidas, ante la impasible mirada de las fuerzas internacionales que estaban presentes en el país desde el año 1999.
Toda esta situación ha provocado que la minoría cristiana sea un calvario, donde las minorías deben vivir protegidas por soldados internacionales. Sufren la suerte de los ciudadanos de segunda clase: sin empleo, sin acceso al servicio sanitario, el transporte público y la vida social. Encerrados en enclaves, en aldeas rodeadas de hilo espinado, viven angustiados, traumatizados por las agresiones permanentes que sufren desde la guerra.
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