
«Antes, cuando alguien contraía la lepra, le echaban del pueblo, era el apestado a quien nadie podía tocar, pero ahora eso ha quedado en el pasado, la lepra la sufres tú solo, y una vez que empiezas la medicación ya no la contagias a nadie”.
Quien así habla es Manuel Maguilla Ropero es un antiguo enfermo de 66 años que desde 1986 lucha contra la lepra. La enfermedad le llegó sin esperarlo y se desarrolló muy rápidamente, “nunca he salido de España y tampoco tengo familiares que la hayan tenido”, explica.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSin embargo no pudo evitar el contagio y tuvo que acudir a la Fundacion Fontilles donde le acogieron y le trataron. Hoy, después de 30 años luchando contra la lepra, ya está dado de alta.
Debido a sus escasos recursos Manuel vive en la fundación. “No tenía los recursos económicos suficientes para pagar el tratamiento, Fontilles me ha acogido, me ha tratado la enfermedad y ahora vivo aquí, es mi segunda casa”.
Tres mil pacientes han pasado por el sanatorio de Fontilles (Alicante) Desde que se fundó en 1902.
Manuel Maguilla es uno de los 3.000 pacientes de lepra que han pasado por el sanatorio de Fontilles (Alicante), el único que hay en Europa. Actualmente en el centro hospitalario quedan 29 enfermos.
Actuall ha hablado con Manuel Maguilla, con motivo del Día Mundial de la Lepra, que se celebra este domingo.
La lepra fue desde la antiguedad más una maldición que una enfermedad. Quienes la contraían eran considerados impuros, en tiempos de Moisés, y eran expulsados fuera de la ciudades, condenados a vivir en estercoleros en la más absoluta de las indigencias.

Hasta que en 1874, fue descubierto el bacilo que la producía, la Mycobacterium leprae, o bacilo de Hansen, que debe su nombre al médico noruego Gerhard Hansen. La maldición ya tenía cara. No era un castigo divino, sino una enfermedad. Y en consecuencia podía tratarse.
Aunque el número de afectados por lepra ha disminuido en los últimos años, la enfermedad sigue siendo un problema importante de salud pública con más de 220.000 personas contagiadas en el mundo según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España está prácticamente extinguida y sólo hay unos sesenta casos.
Los países más afectados son India y Brasil, donde se concentran el 70% de los casos. Desde 1982 existe un tratamiento efectivo contra la lepra, pero las carencias sanitarias y sobre todo el fuerte rechazo de la sociedad hacia las personas afectadas impiden el control de la enfermedad.
La Fundacion Fontilles trabaja en España desde 1902 con el objetivo de lograr un mundo sin lepra. Su principal función es proteger el derecho a la salud de los más vulnerables para mejorar su calidad de vida y que nadie sufra rechazo social.
El Dr. José Ramón Gómez, Director médico de Fontilles y miembro del equipo de cooperación internacional de Fontilles explica para Actuall la situación real de la enfermedad.
Doctor José Ramón Gómez “Estamos luchando para erradicar la lepra y nuestra única arma es la medicación»
“Estamos luchando para erradicar la lepra y nuestra única arma es la medicación porque no hay una vacuna. Curar una enfermedad infecciosa sin vacuna es complicado y más si la sociedad rechaza a los enfermos”, afirma Gómez.
El doctor asegura que la sociedad está atrapada en el pasado, porque todavía se cree que la pobreza extrema es la causa principal para contraer la lepra. “Esto no es así, está claro que la falta de higiene no ayuda, pero la principal fuente de contagio es el propio germen denominado Microbacterium leprae, y si es contagiosa es porque los enfermos no son tratados, una vez que se comienza la medicación el contagio es escaso”.
Gómez afirma que los componentes sociales de higiene, mala alimentación o hacinamiento son situaciones que hacen empeorar la enfermedad pero no la crean. “Si un enfermo comienza el tratamiento y tiene unos mínimos de calidad de vida puede curarse”, confirma el doctor.
Ya no hace falta ingresos hospitalarios
En España hace 60 años era una enfermedad grave, pero en el año 1982 se consiguió un gran avance cuando la OMS estableció el uso de tres medicamentos principales para la enfermedad.
De los pocos casos que se registran en España, el 70% son personas que han viajado al extranjero y han contraído la enfermedad mientras trabajaban en ciudades como Calcuta o Marruecos. “El contagio de los españoles siempre es de fuera de las fronteras y estos pacientes están muy controlados médicamente”.
Lo más importante es coger la enfermedad a tiempo para que no le afecte a los nervios, explica Gómez, porque “si se diagnostica pronto y se trata bien, la lepra es una enfermedad fácil y de buen control”.

El director médico de Fontilles afirma que los avances en España han sido importantes. “En la actualidad es un problema pequeño, al año puede haber de entre 15 a 20 casos”. Además, el tratamiento ha mejorado hasta el punto que es ambulatorial, ya no hay ingresos hospitalarios.
Manuel Maguilla: “No he sentido rechazo de la sociedad”
Lo más difícil para los leprosos no es tanto la enfermedad en sí, como el rechazo que en el imaginario colectivo todavía provocan. En parte por los prejuicios que pesan sobre una enfermedad que se sigue considerando sumamente contagiosa y maldita.
Pero las cosas ya no son así, como lo demuestra el caso de Manuel Maguilla, que está muy agradecido a la labor que ha hecho con él la Fundacion Fontilles.
Sus padres fallecieron antes de que contrajera la enfermedad, sin embargo sus tres hermanos siempre han estado pendientes de él y le han apoyado en todo momento. “Mis hermanos y mis sobrinos me han aceptado siempre, todos estos años han estado a mi lado”.
Maguilla da gracias a Dios que la sociedad se haya vuelto más humana.“Todo mi entorno lo ha llevado siempre bien, nunca me he sentido excluido, tenía confianza en que todo iba a salir bien”.
Cuenta el Antiguo Testamento, que Naaman, el sirio, tuvo que lavarse siete veces en el Jordán para curarse de la lepra, siguiendo el consejo del profeta Elíseo. Hoy en día no es preciso ese ceremonial. Curarse de la lepra está al alcance de cualquiera, aunque el tratamiento puede ser mucho más largo que el de las abluciones bíblicas.