Con Joe Biden llega a la Casa Blanca probablemente el presidente más abortista de la historia de los Estados Unidos, o al menos el que ha anunciado medidas más agresivas para asegurar que se puede atentar impunemente contra la vida de los no nacidos. Desde destinar ingentes fondos públicos a pagar abortos, algo prohibido por Trump, hasta anunciar una nueva ley que consagre un supuesto derecho al aborto. Pero, al mismo tiempo, los provida son muchos, en torno al 50% del país, y no van a bajar los brazos tras medio siglo de combate. En este contexto, ¿cuál va a ser el futuro de la lucha en defensa de la vida en los Estados Unidos?
Si bien Biden volverá a destinar ingentes cantidades de dinero público a financiar a organizaciones que realizan abortos, como Planned Parenthood, y a expandir el aborto a lo largo y ancho del planeta, también veremos nuevas iniciativas legislativas en defensa de la vida en determinados estados (como en Iowa, donde se anuncia una enmienda constitucional que declara que Iowa «no reconoce, concede ni garantiza el derecho al aborto y no requiere ni aprueba la financiación pública del aborto»), muchas de las cuales probablemente acabarán en el Supremo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraTambién veremos nuevas movilizaciones en la calle y una intensa batalla en el Congreso y el Senado. Pero también aparecerán nuevos argumentos que bien podrían servir de inspiración a quienes, también en España, no nos resignamos a cerrar los ojos ante la muerte de tantos inocentes.
Si hay una tendencia que destaque actualmente en el movimiento provida norteamericano es la de visibilizar a la víctima, el no ocultar a aquel a quien se le está dando muerte. Y es que lo que sabemos acerca del niño no nacido es cada vez más: aquello del famoso grumo de células, que aún sostienen algunos, ya no se sostiene. La ciencia médica es capaz incluso de operar a esos niños durante la gestación, pero al mismo tiempo también se los puede matar impunemente si así lo desea su madre. De ahí las campañas provida para que las mujeres que se plantean abortar vean realmente qué es lo que van a matar gracias a las ecografías que utilizan imágenes por ultrasonidos. Una iniciativa que parece razonable, pues resulta obvio que es importante saber qué es lo que vamos a eliminar antes de tomar esa decisión sin marcha atrás, pero que a los abortistas pone de los nervios y contra la que combaten con todas sus fuerzas.
En esta línea se plantea una cuestión que se está discutiendo cada vez con mayor fuerza: el sufrimiento fetal. Lo que nos plantea la siguiente pregunta: ¿sufre el niño que es abortado?
Ese niño que va a ser abortado, en el que preferimos no pensar y queremos suponer que es un ente amorfo, es uno de los nuestros, es como nosotros
En un estudio publicado en 2020 en el Journal of Medical Ethics sus autores concluían que, a la luz de los últimos datos provenientes de la neurociencia, “no consideran imposible el sufrimiento fetal en una ventana gestacional de 12-24 semanas”. La importancia de este estudio radica en que uno de sus firmantes es el profesor Stuart Derbyshire, miembro del grupo de trabajo del Royal College de Obstetras y Ginecólogos, y conocido por su estudio, ampliamente citado, publicado en 2010, en el que sostenía que el sufrimiento fetal solo podía darse después de las 24 semanas de gestación.
Derbyshire rechaza ahora, diez años después, sus propias conclusiones a la luz de lo que ahora sabemos y que desconocíamos hace una década. Derbyshire es partidario del aborto (y en consecuencia ahora recomienda suministrar analgésicos al feto que va a ser abortado para que pueda morir sin sufrimiento), pero es obvio que su reconocimiento de que el feto sufre desde las 12 semanas de gestación es un dato relevante que echa por tierra la pretensión de que el feto, incluso en estadios tan tempranos, es un mero amasijo de células y, por tanto, debilita los argumentos de los defensores del aborto.
También encontramos en la línea de esta tendencia a mostrar la humanidad del feto la campaña que acaba de lanzar el Family Research Council. Ese niño que va a ser abortado, en el que preferimos no pensar y queremos suponer que es un ente amorfo, es uno de los nuestros, es como nosotros. Y es que, nos recuerda la campaña:
- Empezamos a dormir cuatro semanas después de la concepción.
- Con 7 semanas ya tenemos riñones.
- Con 10 semanas de gestación tenemos ya nuestras huellas digitales, únicas e intransferibles.
- Con 11 semanas notamos el gusto de lo que come nuestra madre y nos empiezan a crecer las uñas.
- Con 13 semanas bostezamos.
- Con 16 semanas oímos el latido del corazón de nuestra madre.
¿Y aún se puede defender que matar a este niño es como quitarse un grano?
Por último, hay que señalar el lanzamiento de un documental, Divided Hearts of America, en el que el ex jugador de fútbol americano y campeón de la Super Bowl, Benjamin Watson emprende una investigación en la que se entrevista con diversas personalidades, entre ellas la sobrina de Martin Luther King y activista pro-vida, Alveda King, para descubrir la verdad sobre el aborto en Estados Unidos. En el tráiler se da un dato estremecedor: en Nueva York son abortados más niños negros de los que nacen vivos… desde hace décadas. Y es que la industria del aborto se enfoca principalmente en la población negra. ¿Qué tienen que decir ante este dato los líderes de esta comunidad?