El Papa ha rechazado prácticas como la eutanasia al señalar que no se debe «abandonar jamás a nadie», ni siquiera «en presencia de males incurables». «La vida humana, por su destino eterno, conserva todo su valor y toda su dignidad en cualquier condición, incluso de precariedad y fragilidad, y como tal es siempre digna de la más alta consideración», ha manifestado.

«A este respecto, pienso en el bien que hacen los hospicios para los cuidados paliativos, donde los enfermos terminales son acompañados con un cualificado apoyo médico, psicológico y espiritual, para que puedan vivir con dignidad, reconfortados por la cercanía de sus seres queridos, la fase final de su vida terrenal. Espero que estos centros continúen siendo lugares donde se practique con empeño la ‘terapia de la dignidad’, alimentando así el amor y el respeto por la vida», ha añadido.

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El Pontífice ha hecho estas declaraciones en su discurso a los miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe, reunidos en Asamblea Plenaria. En su discurso, Francisco ha subrayado que la doctrina cristiana no es «un sistema rígido rígido y cerrado en sí mismo», sino una realidad «dinámica» que permanece «fiel a su fundamento» y «se renueva de generación en generación».

El Pontífice ha criticado que se ponga en el centro la «utilidad» y se pongan de lado las «vidas descartadas» e «indignas» porque no cumplen ese criterio

«La doctrina cristiana no es un sistema pero tampoco es una ideología que cambia con el pasar de las estaciones; es una realidad dinámica que, y se compendia en un rostro, en un cuerpo y en un nombre: Jesucristo resucitado», ha señalado Francisco.

De este modo, Francisco ha centrado su alocución en el valor intangible de la vida humana y ha puesto el acento en el cuidado de los enfermos en fases críticas y terminales además de subrayar la necesidad de reescribir la «gramática» del hacerse cargo y cuidar a la persona que sufre.

Así ha denunciado a la sociedad que está «erosionando la conciencia de lo que hace valiosa la vida». «La vida, a la vida», subraya el Pontífice, se evalúa sólo en nombre de la utilidad mientras que se pierden «los deberes imperativos de la solidaridad y la fraternidad».

El Pontífice ha criticado que se ponga en el centro la «utilidad» y se pongan de lado las «vidas descartadas» e «indignas» porque no cumplen ese criterio. Y ha señalado: «En realidad, una sociedad merece la calificación de «civil» si desarrolla anticuerpos contra la cultura del descarte; si reconoce el valor intangible de la vida humana; si la solidaridad es activamente practicada y salvaguardada como fundamento de la convivencia».

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