Hace unas décadas, incluso hace algunos años, no era tan evidente la existencia de una conjura contra la vida. En la actualidad, y especialmente tras lo ocurrido en este año 2020, objetivamente podemos aseverar sin temor a equivocarnos que es una realidad incuestionable.
Toda la pirámide del poder, desde la sinarquía mammonista iluminista de la cúspide, pasando por todas las organizaciones supranacionales e internacionales, tanto las que se ven como las que son pantallas de las que se ven, están implicadas en esta conjura contra la vida a través de la anticoncepción, la esterilización y el aborto. Evidentemente, tienen como cómplices y colaboradores necesarios a muchas multinacionales, gobiernos y esbirros por doquier, que como voceros de las consignas dadas, a través de múltiples organismos, ONGs, medios de comunicación y chiringuitos crean la opinión publicada, afianzando nuevos dogmas mediante la perversión del lenguaje y la razón, que imponen coercitivamente.
Como decía San Juan Pablo II en Evangelium Vitae: “Creando una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida”.
Antes del profeta de la muerte, Friedrich Nietzsche, que decía lindezas como “¡ojalá viniesen predicadores de la muerte rápida!” o “la tierra está llena de seres a quienes hay que predicar la muerte. O la vida eterna: para mí es lo mismo, ¡con tal de que se marchen pronto a ella!”, la eugenesia tuvo como precursor al masón Francis Galton (1822 – 1911), primo del también masón Charles Darwin (1809 – 1882). En sus memorias publicadas en 1908, Galton definió los objetivos de la eugenesia moderna:
- Controlar la tasa de natalidad de los no aptos, es decir, reducirla. También es conocida como eugenesia negativa.
- Mejorar la raza fomentando la productividad o eugenesia positiva.
La selección natural se basa en la producción excesiva y la destrucción al por mayor, y se ocupa de no traer al mundo más individuos, sino solo aquellos con “mejor sangre”.
Eugenesia y agenesia
Etimológicamente, eugenesia proviene del griego y significa bien-engendramiento. Sería más apropiado hablar de Agenesia (privación o negación del engendramiento), pero ya se ha extendido el término y se entiende eugenesia por agenesia. El término fue acuñado por el masón antes citado Francis Galton, en su obra de 1883 Investigaciones sobre la facultad humana y su desarrollo. En el libro, Galton define eugenesia como “la ciencia que trata sobre todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza”.
Tras conocerse el genocidio nazi cayó en descrédito la eugenesia, pero los avances tecnológicos la han ‘humanizado’, porque ahora, en lugar de utilizar niños judíos, gitanos, eslavos, cristianos o pobres, se utilizan embriones.
En lugar de asesinar discapacitados de cualquier tipo, se promueve e incluso se impone el diagnóstico prenatal para eliminar “posibles” casos de enfermedades desde el estado fetal. Un reportaje del New York Times del 9 de mayo de 2007 indica que el 90% de las embarazadas a las que se les da el diagnóstico de síndrome de Down han abortado.
Alveda C. King (sobrina del asesinado Martín Luther King) en su artículo “Aborto y racismo, dos malvados gemelos” denunció en 2009 que el aborto se había cobrado desde 1973 a una tercera parte de los negros que vivían en EE. UU. (14 millones de niños), representando los negros el 37% de los abortos, cuando son el 13% de la población. No es casual que el 75% de los abortorios estén en áreas con gran número de minorías para ‘ayudar’ a los pobres a no procrear… objetivo número uno de la eugenesia según Galton.
Hoy se ha despojado al embrión de la dignidad personal y se ha convertido en un producto que se puede elegir, manipular y consumir. Muchas de las vacunas modernas así lo confirman, como hemos demostrado en los dos artículos anteriores, y muchos más tratamientos, terapias y productos utilizan al ser humano como su materia prima principal, y está tan extendido este cáncer, que sin esa materia prima la industria de salud, la farmacéutica y sobre todo, la biotecnológica prácticamente desaparecerían.
Viene de atrás el agua para el molino. Jérôme Lejeune, el padre de la genética moderna, no obtuvo el premio Nobel por oponerse en Francia al proyecto de ley de aborto eugenésico y por acusar a la OMS diciendo: «He aquí una institución para la salud que se ha transformado en una institución para la muerte».
Sin embargo, el origen de la eugenesia moderna está en la segregación racial en casi todos los estados de EEUU entre 1900 y 1935. En 32 estados promulgaron leyes de restricción matrimonial. Y le siguió la esterilización forzosa a partir de 1907 (en Indiana) según el modelo de ley planchada en logias masónicas por Harry Hamilton Laughlin (gran admirador de los escritos racistas de Madison Grant, uno de los principales inspiradores de las políticas eugenésicas nazis).
Las clases socialmente inadecuadas citadas en la obra de Allan Chase, The Legacy of Malthus eran: los débiles mentales, los enfermos mentales, los criminales, los epilépticos, los alcohólicos, los enfermos, los ciegos, los deformes y los dependientes (incluyendo huérfanos, incapacitados, pobres y vagabundos).
Un poco más tarde, entre 1909 y 1929 comenzaron las esterilizaciones en California lideradas por el principal biólogo de la época: el masón Paul Popenoe. El biólogo fue recibido con honores académicos por los nazis y también en las universidades de EEUU. Recomiendo ver la obra Paul Popenoe, esterilización para la mejora humana. Un resumen de los resultados de 6.000 operaciones en California, 1909-1929.
Seguiremos en próximos artículos detallando cómo y quiénes la han financiado.
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