La fundadora de las Femen en Brasil, Sara Fernanda Giromin, conocida como ‘Sara Winter’, ha declarado la guerra a las feministas y al aborto.
Este cambio de actitud frente al aborto y el feminismo por parte de Giromin comenzó cuando dio a conocer su arrepentimiento al haber abortado a su primer bebé. De hecho, asegura que abrió los ojos con respecto al derecho a la vida con el nacimiento de su segundo hijo.
En una entrevista a la Contra TV, cuenta cómo llegó a ser una de las activistas de Femen más conocidas del mundo. «Con 16 años me sentía fuerte para enfrentarme a mi hermano, pero no fue una buena idea. Me echó de casa a los 16 años y a los 17 ya estaba metida en la prostitución. Y claro, mi destino no fue diferente al de todas las chicas que están en la prostitución, a mí también me violaron», recuerda.
«Estuve cinco años en el movimiento feminista y, lo siento, pero creo que no cambié la vida de ni una sola mujer»
«Y cuando pasó eso en mi vida sentí que estaba completamente muerta por dentro. En ese contexto de sufrimiento y dolor conocí, con 19 años, el movimiento feminista. Fueron necesarios cinco segundos para que me convirtiera en feminista», cuenta. «Ellas pagaron mi billete de avión y fui hasta Ucrania, donde me quedé durante un mes. Fui entrenada con maneras honestas y deshonestas», asegura.
«Me enseñaron una técnica llamada ‘sextremismo’, que trata de usar el sexo y el cuerpo para confrontar a las personas, para tener influencia en los vehículos mediáticos y culturales», explica.
Su sueño era «luchar para que las mujeres fueran libres de toda violencia posible, pero estuve cinco años en el movimiento feminista y, lo siento, pero creo que no cambié la vida de ni una sola una mujer».
Uno de los objetivos es «la destrucción de la familia», pero sobre todo «el objetivo principal es el control mundial»
Además, afirma que «las feministas no están interesadas en cambiar la vida de la mujer sino que es un proyecto político». Y que le convencieron de que «la Iglesia, sobre todo la Iglesia católica, como tiene muchos hombres, es una institución patriarcal». Según las Femen «es el mayor enemigo de la mujer y de la libertad de la mujer». Uno de los objetivos es «la destrucción de la familia», pero sobre todo «el objetivo principal es el control mundial».
Sobre su experiencia con el aborto que se practicó, asegura que «fue la última gota». «Con 22 años, me quedé embarazada, estaba muy desesperada y me hice un aborto clandestino. Es una cosa horrible», afirma avergonzada. Abortó de casi doce semanas con misoprostol y asegura que fue un aborto clandestino porque «en Brasil no es legal».
Y alza la voz: «No hay empoderamiento de la mujer cuando tienes partes de tu bebé saliendo del cuerpo». Y recuerda que a pesar de llamar a 8 ó 9 amigas feministas (ninguna acudió porque en Brasil no sólo está penado el aborto sino la complicidad y tenían miedo), «la única persona que me ayudó fue un amigo hombre, cristiano y católico. Según le llamé, me llevó inmediatamente al hospital donde estuve ingresada durante seis días».
«Dios es tan increíble y tan despierto que me dio una segunda oportunidad, un hijo varón»
Ahí es donde «recibí la noticia más triste de mi vida, los médicos me dijeron que no podría tener más hijos. No era capaz de mirar a un bebé por la calle y lloraba, lloraba mucho de arrepentimiento».
Pero «Dios me regaló una segunda oportunidad y seis meses después me quedé embarazada de nuevo». Sobre su embarazo asegura que «dentro de mi propio cuerpo estaba sintiendo cómo se desarrollaba una vida. Dios es tan increíble y tan despierto que me dio un hijo varón».
«Hoy tengo la oportunidad de hacer lo que siempre quise, que es cambiar el mundo de las mujeres, entonces estoy feliz», concluye.
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