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La salud del Estado

Pintada en Valencia sobre el toque de queda anunciado por el presidente Pedro Sánchez. /EFE

Pintada en Valencia sobre el toque de queda anunciado por el presidente Pedro Sánchez. /EFE

Este Gobierno volvió a alzar el cuerpo de Franco, y lo paseó bajo el sol de Madrid para volver a ponerlo bajo tierra. El gesto tenía algo de pescozón histórico, pero tuvo al menos dos consecuencias simbólicas quizás adversas.

La primera es que Francisco Franco reposa ahora en un lugar mucho más humilde que el que ocupaba. Los expertos no llegan a una conclusión, pero parece que su voluntad postrera no apuntaba al descanso menos que eterno en el Valle de los Caídos, sino en El Pardo, que es donde habita. Que el PSOE haya cumplido la última voluntad de Franco siempre me pareció bien. Lo que no comparto es que no haya aprovechado para acerar los lazos de convivencia entre los españoles.

La segunda consecuencia es que toda España pudo ver el féretro cubierto con la Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar de nuestro Ejército. Franco siempre fue muy celoso de otros compañeros que la habían obtenido, y quizás él podría haberla recibido por su paso por África. Pero ahora esa Laureada lo que recuerda es el motivo por el que se le concedió: su victoria en la Guerra Civil Española. 

Durante la II República, los derechos estuvieron suspendidos más días de los que tuvieron plena vigencia

Sea como fuere, el Gobierno paseó los huesos del dictador, en la confianza de que la mayoría del pueblo iba a ignorar estas cuitas. El paseo le sirvió para identificarse con el gobierno de la izquierda durante la II República, y lanzar sobre la oposición los restos del dictador. Fue un movimiento burdo, pero está a la altura que puede asumir el noble pueblo español.

El PSOE, desde Rodríguez Zapatero, ha roto políticamente con nuestra democracia, y se ha vinculado con el pobre y parcial y bruto recuerdo que tienen los españoles de aquélla dizquedemocracia. Durante la II República, los derechos estuvieron suspendidos más días de los que tuvieron plena vigencia. Aquello sí que fue un estado de alarma, dicho sea con minúscula. 

El Gobierno de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez ha anunciado que quiere suspender los derechos de los españoles durante seis meses de Estado de alarma, con la mayúscula por delante. Esta decisión le acerca más a la II República que el meneo de los huesos de Franco. Iglesias ha corrido a exigir a Sánchez que con el amparo de nuestro desamparo controle las redes sociales. 

En política, justificación y motivo no suelen coincidir. El Gobierno se justifica en la situación sanitaria, de la que él es más responsable que nadie. Y ha rebajado el umbral bajo el cual se plantea levantarnos la suspensión de nuestros derechos a los 25 casos por 100.000 habitantes. Nada le impide mantener sine díe la situación durante más meses, si rebaja el umbral a una tasa de 10 o de 5 casos por cada cien mil. Todo por nuestra salud, pero en realidad por la salud del Estado. 

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