En recientes vídeos publicados en la página web de The Center for Medical Progress (CMP), hemos visto a varias directivas de centros de abortos que aparecen testificando bajo juramento, admitiendo que trafican con fetos humanos y con sus órganos.
La gerente Larton reconoció abiertamente que algunas veces el corazón del bebé sigue latiendo tras el aborto, y que hay fetos procedentes de abortos que se entregan intactos para ser diseccionados. Ella misma los ha visto. Perrin Larton es gerente de Adquisiciones de Advanced Bioscence Resources, Inc.(ABR); y bajo juramento testificó que “puedo ver corazones que están latiendo”. ABR recoge fetos intactos y vivos, que les llegan de la multinacional del aborto Planned Parenthood, para su disección y extracción de órganos que luego vende a sus clientes.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDenunciando esta terrible práctica está la doctora Theresa Deisher, quien en una reciente entrevista concedida a Robert Kennedy Jr., describió con horror cómo la industria del aborto corta los corazones de niños nacidos vivos, de cinco y seis meses de vida prenatal, procedentes de abortos, para investigar con ellos. La Dra. Deisher es fundadora y presidente de Sound Choice Pharmaceutical Institute, especialista en genética con más de treinta años en investigación, con formación molecular y celular por la Universidad de Stanford:
– Dra. Deisher: El corazón tiene que estar latiendo, si no late no es útil para su investigación. Se entregan vivos y sus corazones se cortan sin anestesia, ¡yo no haría eso ni a un ratón!.
– Robert Kennedy Jr.: ¿Ellos han nacido vivos?
– Dra. Deisher: Sí. Sus corazones se cortan o se corta a través de sus caras para obtener buen tejido cerebral. Nosotros no le haríamos eso ni a un ratón.
Existe tráfico de seres humanos y una tremenda crueldad que practica la millonaria industria del aborto. ABR es un tentáculo más del negocio del aborto que lleva desde 1989 traficando y experimentando con seres humanos, como denuncia también el periodista de investigación David Daleiden, quien, por cierto, nació en ese mismo año (1989) y lamenta la cantidad de compatriotas suyos que han muerto desde entonces de una manera tan cruel: “¿Cuánto más van a permitir las autoridades públicas a Planned Parenthood y sus socios vender niños vivos dentro y fuera del vientre y luego matarlos a través de una ‘cosecha’ de órganos?”. Daleiden recordó que las autoridades “ya han procesado a quienes venden partes de águilas. Con seguridad vender partes de cuerpos humanos de un infante con el corazón latiendo es, por lo menos, tan grave como un crimen”.
David Daleiden consiguió sacar a la luz de la opinión pública la compra-venta de fetos abortados gracias a su investigación que inició con cámara oculta en el 2013 y empezó a publicar dos años y medio después, en septiembre de 2015. Por su gran trabajo, HazteOir.org le concedió el Premio HO “Vida” en el año 2017, y Actuall fue el primer medio español en entrevistarlo.
Pero la compraventa y la experimentación cruel sobre fetos vivos procedentes de abortos no se inicia ni en el año 2013 ni en 1989, es muy anterior como documenta el científico español Redondo Calderón. José Luis Redondo Calderón en la página 348 de su trabajo “Vacunas, biotecnología y su relación con el aborto provocado”, publicado en Cuadernos de Bioética XIX, 2008/2ª, reseña lo siguiente:
“Markowski y Lawler del Fetal Tissue Bank, financiado por el Medical Research Council (MRC), indicaban que los tejidos procedentes de abortos provocados por succión podrían utilizarse para aislar virus y para transplantes. Entre 1971 y 1976 sólo 16 de los fetos recibidos procedían de abortos espontáneos, mientras que 3.429 procedían de abortos provocados. El material fetal se recogía lo antes posible tras el aborto provocado”. Las experimentaciones fueron publicadas en la revista Lancet en el año 1977.
“Por otro lado, Chamberlain utilizó ocho fetos procedentes de abortos provocados por histerotomía para experimentar un mecanismo de circulación extracorpórea. Uno era un feto varón de 980 g, la madre tenía 14 años y estaba de unas 26 semanas de gestación; se introdujeron cánulas en la vena y arterias umbilicales unos 11 minutos tras la separación de la placenta. El feto daba boqueadas irregulares dos veces por minuto durante el experimento, y al acabarlo la frecuencia subió a 8 a 10 por minuto. La frecuencia cardíaca durante el experimento bajó de 120 a 90, al finalizar se enlentenció, se hizo irregular, y finalmente se paró. Murió a los 21 minutos de dejar el circuito. Fueron 5 horas de vida extrauterina”. Este cruel experimento fue descrito en la Revista Americana de Obstetricia y Ginecología, en el año 1968.
José Luis Redondo Calderón sacó a la luz muchas más experimentaciones con fetos, en un trabajo posterior, publicado también en Cuadernos de Bioética, en 2012, “Experimentación fetal, trasplantes, cosmética y su relación con el aborto provocado”.
El autor reflexiona en sus trabajos sobre la crueldad que se perpetra contra el ser humano indefenso: “Hoy se trata al hombre como a un animal más, de forma que se realizan todo tipo de experimentos con embriones y fetos, olvidando la dignidad que es intrínseca al ser humano. Se ha instaurado el uso de células procedentes de abortos provocados, la percepción pública es de aceptabilidad moral. De esta forma, se ha producido una insensibilización progresiva de parte de la comunidad científica, que ha llevado a considerar totalmente normal su empleo. Se ignora la evidencia de su origen, e incluso se oculta denominándolas células de mamífero. En otros casos, probablemente la mayoría, hay un desconocimiento absoluto sobre el origen de estas células y su utilización. Este desconocimiento abarca al personal sanitario y al público en general. En ello interviene el hecho de que no se ha querido divulgar su origen. La calificación moral de un hecho no cambia porque fuera realizado hace 50 años”.
La encíclica de Juan Pablo II ‘Evangelium Vitae’ nos recuerda: “En cada homicidio se viola el parentesco ‘espiritual’ que agrupa a los hombres en una única gran familia donde todos participan del mismo bien fundamental: la idéntica dignidad personal”.
Pero, citando a CS Lewis, “si el hombre elige tratarse a sí mismo materia prima, se convertirá en materia prima”. A eso nos conduce la industria del aborto, a considerar materia prima a quienes impide nacer. El negocio se amplía y se lucra con sus cuerpecitos.