Al quinto mes de embarazo a la uruguaya Cecilia Cella le detectaron que algo no iba bien en el feto. El primer ginecólogo al que consultaron no supo saber qué era, así que el marido de Cecilia, Pablo Paladino, contactó con el cardiólogo Roberto Canessa, especializado en cardiopatías congénitas, que les informó que el futuro bebé tenía algo grave, aunque no podía decir con exactitud el qué.

Este cardiólogo incluso consultó a varios especialistas de Estados Unidos. Uno de ellos, el médico de Filadelfia Jack Rychik, confirmó que el feto tenía un enorme tumor en el corazón que podía llegar a ser letal. «En el minuto en el que vi la foto supe que se trataba de un tumor gigante en el corazón», declaró el doctor al canal CBS de Filadelfia.

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Una vez realizado el diagnóstico la única forma de salvar al nino era a través de una operación en el feto, sin duda, algo muy arriesgado. «Había que abrir el útero, sacar al feto hasta su superficie para que quedara con el pecho afuera y operarlo como si se tratara de un adulto», explicó Paladino.

El riesgo era aún mayor teniendo en cuenta que sólo había un precedente: el de una mujer con menos meses de embarazo, situación que facilita el trabajo de los médicos. A pesar de todos los riesgos la pareja siguió adelante y viajó a Estados Unidos para que Cecilia se sometiera a la operación.

Del tamaño de una nuez

Afortunadamente la intervención quirúrgica fue un éxito, aunque siete días después de la misma Cecilia sufrió la rotura de la bolsa cuando el embarazo ya llevaba 22 semanas. A pesar de todo la mujer llegó a las 24 semanas, momento a partir del cual los médicos consideran que hay posibilidades de que quedaran secuelas.

El nino finalmente nació a las 31 semanas, el 11 de diciembre. Pesó 1,5 kilos, uno más de lo que pesaba cuando lo operaron. En realidad cuando el pequeño Juan nació los médicos ya sabían que debían volver a operarlo porque el tumor había reaparecido. El problema era que en la primera intervención el corazón era tan pequeño -un centímetro- que no pudieron extirpar el tumor completamente.

Esta segunda operación también resultó un éxito, así que ahora la familia hace vida normal en Uruguay excepto por las revisiones mensuales en Montevideo y las anuales en Estados Unidos.

«Queremos que nuestra historia sirva de inspiración para todos los que se encuentran en estas posiciones, donde lo más fácil es tomar la salida, pero siempre vale la pena el esfuerzo y pelear por la vida de un bebé, aunque aún no haya nacido», reconoce Pablo Paladino.

El doctor que operó al bebé cuando todavía era un feto aseguró que el corazón tenía el tamaño de una nuez y el tumor era, aproximadamente, tres veces mayor. «Si esperábamos un día más, iba a ser demasiado tarde», sentenció.

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