Los fieles de la iglesia permanecían impasibles en sus bancos escuchando al pastor mientras en las afueras, los gritos y los golpes de los judíos atrapados en los vagones de un tren que se dirigía a un campo de concentración nazi, hacían retumbar las paredes del templo.
El malestar se reflejaba en sus rostros pero ninguno de los feligreses hizo caso a la angustiosa llamada de auxilio de sus semejantes. Nadie salió a ofrecerles ayuda.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn su lugar, el pastor levantó la voz para que la comunidad pudiera escuchar el final de su sermón. Incluso ordenó al coro y a los fieles cantar un poco más alto (Sing a Little Louder) para tapar los lamentos de los prisioneros.
Esa escena tuvo lugar en la Alemania nazi de 1943. Un tren que transportaba prisioneros judíos a un campo de concentración se derrumbó fuera de una pequeña iglesia cristiana. Un muchacho joven deambulaba por los alrededores de la iglesia y lo que vió le traumatizó para siempre.
Ahora ya anciano, ha contado su testimonio, que ha conformado el argumento de «Sing a Little Louder», un corto de Jeremy Wiles que en 11 minutos ofrece un impresionante mensaje adaptado al gran problema del siglo XXI, el verdadero Holocausto de nuestros tiempos: el aborto, el genocidio de los ninos no nacidos.
La película, filmada en Holanda, se está usando como instrumento para incrementar los apoyos del movimiento pro-vida.
Las iglesias americanas han proyectado la película durante las misas dominicales para dar voz a quienes no la tienen y conseguir detener la lacra del aborto en el mundo.
Hoy, los defensores del aborto usan un argumento similar al utilizado por Hitler durante la Segunda Guerra Mundial; la vida judía no tenía ningún valor y los judíos eran inferiores a los humanos. Eso es exactamente lo que los abortistas están haciendo con la vida de los inocentes.
Alegando que un nino no nacido todavía no es humano, se lavan las manos etiquetando al no nacido como “un feto” y “un parásito para la madre” y matan a inocentes en el vientre materno, un negocio que deja en España más de 40 millones anuales.
«¿Estamos preparados para revisar estos errores trágicos de nuestro pasado?», pregunta Wiles. «Tenemos que levantar la voz para dársela a aquellos que no la tienen y conseguir que la gente pueda unirse a la causa compartiendo la película con sus amigos o mostrándola en su iglesia».